En la historia del cine en La Palma, interesante camino aún por investigar en profundidad, la personalidad del cineasta Jorge Lozano van de Walle ocupa un lugar preeminente. El profesor Fernando Gabriel Martín, catedrático de Historia del Cine de la Universidad de San Fernando de La Laguna, lo define como “el cineasta multidisciplinar” [Cuadernos de Filmoteca Canaria, 2006] y señala que lejos de encuadrarse en un arquetipo concreto, se ha interesado por distintas disciplinas, como la fotografía, el patrimonio histórico y la promoción cultural.
Se produce, además, la feliz circunstancia de que Jorge Lozano y su esposa Loló Fernández son los celosos depositarios desde 1974 del archivo del fotógrafo palmero Miguel Brito, el primero, además, que trajo el cine a Canarias, a finales del siglo XIX. Suman, en total, más de veinte mil placas de cristal que recogen toda una época de la imagen en las islas.
En su casa, entre otros interesantes e importantes documentos, Jorge Lozano conserva una de las primeras películas rodadas en La Palma, realizada por Emilio Carrillo en Pathé Baby y referida a la Bajada de la Virgen de 1930, coincidiendo con la ceremonia de canonización de la Patrona palmera.
Jorge Lozano, que ahora tiene todo el tiempo del mundo para dedicarse a sus vocaciones después de una fructífera andadura profesional en CajaCanarias, acaba de cumplir 61 años (*). Nació el 5 de abril de 1946 en Santa Cruz de La Palma, en el inmueble situado en el número siete de la calle de la Luz. Es el décimo de los hijos del matrimonio formado por Juan Lozano Pérez y María van de Walle Hardisson.
Nuestro personaje reconoce que sentía especial interés por el cine desde que era niño. La proximidad del histórico Teatro Circo de Marte, uno de los tres cines que entonces tenía Santa Cruz de La Palma -los otros dos eran el Parque de Recreo, en la Alameda, y el cine Avenida, junto al mercado- se convirtió en un aliciente, donde acudía a ver las películas, la mayoría en blanco y negro, incluido el NO-DO.
“Siempre me pareció magia -explica- que en una pantalla blanca aparecieran una serie de personajes, de imágenes y paisajes que transmitían sensaciones, espacios irreales, claro está, por donde me sumergía de lleno, un mundo totalmente virtual. Pero lo que me llamaba realmente la atención era cómo se podía hacer aquello: cómo se podía lograr recoger la imagen y luego proyectarla. O hacer un efecto, de repente aparecía un fuego, un humo, o dos personas iguales hablando entre ellas, eso me llamaba poderosamente la atención”.
Un día, al final de los años infantiles, su hermano Carlos, inventor de artilugios imposibles, le explicó el principio de la cámara oscura. En 1960, tras la muerte de su madre, se trasladó a Tenerife e ingresó en el internado del colegio San Ildefonso, donde comenzó a estudiar el bachillerato. De regreso a la casa natal en las primeras vacaciones se llevó una agradable sorpresa. Su hermano Carlos había instalado un pequeño laboratorio fotográfico, lo que provocó que se aficionara a la fotografía, haciendo composiciones y hasta ganó un premio con El gato de Picasso, un blanco y negro de alto contraste, con unos bigotes figurando un grueso nylón. La revista del colegio lo publicó en sus páginas y su hermano, mentor de ilusiones visuales, accedió a prestarle una cámara de cine de 8 mm que acababa de comprar.
En el citado año también se creó Palma Films, asociación de cine amateur, “una inquietud compartida, una especie de nube de verano”, de la que también formaron parte Miguel Gómez, Joaquín Rodríguez Cruz, Jorge Luis Lozano, Gregorio Ramos Guadalupe, José y Fifo López Mederos, José Luis Ramos y Manuel Sosa. Más tarde se incorporarían Fernando Leopold y Juan García Martín, aunque sólo sería Jorge Lozano quien desarrollaría el papel de realizador. Junto a él, su inseparable amor desde años mozos: Loló Fernández, que también formó parte del equipo desde el principio.
Su primera producción, de casi tres minutos, llevaba por título El peinador despeinado, un efecto de avance y retroceso en la que invertía el movimiento; a éste le sigue, en el mismo año, la realización de la primera película argumental sonora en blanco y negro, titulada Operación Z-4.
En 1961 realizó Desafiando a la muerte, film inacabado, al que hubo de cambiarle el guión en la última parte del rodaje, justificando con ello el racord de color de la película caducada, comprada a bajo precio. Esta producción, así como la anterior, tiene argumento bélico y se hizo con una cámara de 8 mm. A partir de entonces pasarían ocho años sin especial actividad en la particular ejecutoria de Jorge Lozano.
En 1969 cambió a formato Super 8mm. En dicho año realizó Diciembre69, un pretendido pop-art de siete minutos de duración, en el que refleja, en primeros planos, como se apunta en el resumen de su filmografía, “objetos domésticos ’no a la venta’, un pequeño mundo destrozado por el impacto de un bazuco fundido a la violenta luz de los escaparates navideños; la línea discontinua de una vía recién pintada en movimiento, le sirve de enlace para expresar una fantasía surrealista”. Con esta cinta se presentó por primera vez a un concurso, el Certamen de Cine Amateur de Alcalá de Henares, donde obtuvo el tercer premio.
En 1970 rodó el documental El reloj de la plaza, en el que acerca al espectador la entramada maquinaria del viejo reloj de la torre de El Salvador. Dos años después, siguiendo la misma línea, realizó en el promontorio de Punta Cumplida, el trabajo titulado El faro de Barlovento, en el que se adentra en el último faro con alumbrado de petromax y maquinaria de cuerda que existía en la isla. Ambos trabajos superan los veinte minutos de duración.
De las visiones anodinas recurrentes en sus sueños, expresadas y compartidas durante los largos desayunos con la novia de toda la vida -contrajeron matrimonio en 1971-, intentó materializar lo imaginario y lo irracional en una película, un corto con guión de Loló Fernández y que él titula Fantasía de mi mente, con el que obtuvo el “Quijote de Plata”, en el II Premio Nacional de Cine Amateur de Alcalá de Henares, en 1972.
En 1973 rodó en el norte de La Palma un conjunto de tres obras con guión de Elsa López. Una trilogía poética sobre la soledad y la lejanía de Garafía: Morir sin campanas, De todo en topo y Poema para el tiempo. La primera de las obras citadas obtendría, en 1974, el “Quijote de Oro”, primer premio en el citado Premio Nacional de Alcalá de Henares.
A partir de 1975, con el rodaje de un documental sobre las Fiestas Lustrales de Santa Cruz de La Palma en nuevo formato Single8, titulado Bajada de la Virgen, se produjo un cambio importante en la trayectoria de Jorge Lozano. Con guión de Loló Fernández y voz en off de Julio Marante, la película fue exhibida en los centros canarios e hispanos de Venezuela. Más de cuatro mil kilómetros de intenso y emocionado recorrido, llevando la fiesta virtual a multitud de personas que esperaban al aire libre o bajo un fuerte aguacero, como ocurrió en Barquisimeto, donde proyectó, protegido por el encerado, desde un camión de mercancías. La Danza de los Enanos, espectáculo sumado a la fiesta barroca, es extraída de la misma, singularizando el atractivo número en un documental que tituló Síntesis del Enano.
En 1976, gracias al empeño del entonces párroco de Barlovento, Aurelio Feliciano, y rescatada y representada en las Fiestas Patronales de Nuestra Señora del Rosario, recreó el documental sobre la batalla de Lepanto titulado Moros y Cristianos. La batalla naval, representada en unos canteros próximos al casco urbano, contiene ingredientes surrealistas de entrañable encanto.
En 1977, con el rodaje de la película titulada La pared de Roberto, basada en la leyenda popular y recogida en la prensa palmera del siglo XIX por Antonio Rodríguez López y Elías Santos Abreu, Jorge Lozano emprendió una nueva etapa dentro de su filmografía bajo el título genérico Cuentos y leyendas de La Palma. Realizada en Super 8, entonces se produjo la circunstancia que permitió aunar un buen equipo, amigos y amantes del séptimo arte, imprescindibles en la ardua tarea del cine argumental. Entre ellos se citan los nombres de Maribel Arrocha, José Miguel Martín, Jaime Ortega, Miguel González, Juan Eusebio García, Juan Luis Felipe y Rosy Pombrol.
Un año después, La Palma y su nombre prehispánico, Benahoare, le inspiran para documentar una isla poseída de virginal belleza, una isla narcisista que se canta en los textos del poeta José Felipe Hidalgo, letras escritas para el carro alegórico “Renacer” de 1945 que, a modo de introducción, oímos en los primeros versos en un off femenino con voz de Loló Fernández. La cinta resultó galardonada en el certamen del Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria en 1978.
En 1979 se realizó Hequei (Aliento). Recorriendo la piel del volcán, el cineasta experimentó sobre el espacio pictórico Timanfaya, del artista palmero Facundo Fierro, primera pieza de la trilogía del artista, la cual precede a los Parques Nacionales de Taburiente y Teide.
En ese mismo año nació la producción Apuntes de un ocaso. Partiendo del mismo título genérico de las ediciones litográficas de su archivo fotográfico (1850-1950) muestra, en formato 16 mm, la imagen de Santa Cruz de La Palma en el siglo XIX. Tras el proceso de revelado de las placas negativas de vidrio sobre película, y durante el tiempo de secado del celuloide, cientos de metros de guirnaldas de la memoria se adueñaron del espacio habitable; un recordatorio doméstico materializado en la ciudad que ya no vuelve, relicario de un tiempo ido, sólo posible gracias a una suerte alquímica.
En 1978 comenzó el rodaje de la leyenda El salto del enamorado, que terminó en 1979 en formato Single8. La película argumenta el texto de Antonio Rodríguez López, el más prolífico escritor palmero del siglo XIX. En este singular proyecto se contó con la participación desinteresada de más de un centenar de personas, entre actores, figurantes, tramoyistas, técnicos, más los miembros del equipo.
El rodaje se efectuó en varios parajes de Puntallana -Casa Luján, cementerio, acantilado de Nogales y el Cubo de La Galga-, ermita de El Socorro, en Breña Baja y la playa de El Guirre, en Los Llanos de Aridane. La producción, de 58 minutos de duración, obtuvo el primer premio en la IV Muestra de Cine Canario-Americano, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria, en 1979.
En el año lustral de 1980, Jorge Lozano realizó un nuevo documental con motivo de la fiesta grande de La Palma. En esta edición se trató de un reportaje sobre la subida de la venerada imagen de la Virgen de las Nieves por el barranco que lleva su nombre. Barranco arriba, última producción en Super 8 del cineasta palmero, muestra una procesión con la nostalgia de la despedida a cuestas, un cortejo piadoso que acompaña a la patrona de la isla hasta llegar a la plaza del santuario.
Con la producción de Taburiente, en 1980, Lozano cambió de formato tecnológico y realizó en 16 mm con una cámara Beaulieu, con la que obtuvo una mayor calidad tanto en imagen como en sonido. Los lienzos de Facundo Fierro en el Poema de la Caldera, constituyen una epifanía de la naturaleza, una doble y exuberante manifestación del arte plástico y audiovisual.
En 1981 llegó Aysouragan (lugar donde la gente se heló), cinta con la que se cerró la trilogía Cuentos y leyendas. Rodada en la Caldera de Taburiente, argumenta, con el propósito de mostrar la belleza de un micromundo de insólita belleza, la desaparición del último baluarte de la raza prehispánica, encarnada en el legendario príncipe hayouaritha Tanausú. Con una duración de 65 minutos de duración y música del grupo Taburiente, el reparto de actores está formado por Francisco García, Ana Lugo, Antonio Abdo y Salvador Rodríguez.
Teide, realizado en 1981, es un sugerente trabajo de 17 minutos que nos acerca, de forma espectacular, al mítico volcán, padre de todos los volcanes de Canarias. La producción se realizó desde la cabina de un avión o alcanzando a pie el pico más alto de España, aprehendiendo la retama, los “azulejos” de Facundo Fierro, suspendido en los gases y atrapando el hielo.
En 1985 se realizó el documental titulado Flora y vegetación de La Palma, con argumento, guión y diálogos del reconocido biólogo palmero Arnoldo Santos Guerra. El rodaje se efectuó durante un año consecutivo, lo que permitió seguir con una gran fidelidad la evolución y florescencia de la floresta de la isla de cumbre a mar. Restan dos películas inacabadas: El recodo del sol, con guión de Elsa López (1987/88) y Un aquello de amor (1984/88), rodada en parte en el antiguo hotel Florida, en el litoral de Breña Alta, cuyos intérpretes son Lupe Felipe, Antonio Galván y Javier Méndez.
Palma Films dio paso a Luz 15, un proyecto multidisciplinar, dedicado también a la producción de materiales audiovisuales. A esta nueva etapa, en la que se contabilizan 64 trabajos, pertenecen, entre otras, las producciones tituladas Elogio de la nieve, en colaboración con Loló Fernández y Luis Ortega; La seda, una reliquia en la Isla de La Palma (1991); Cabra palmera, de la cumbre a la costa (1991); La Palma, la Isla Bonita (1993); La cultura del azúcar (1993); Un archivo fotográfico. Discurso de la imagen (1994); El poema de la Caldera (1995); Santa Cruz de La Palma. Memoria de una ciudad atlántica (1998); 1898-1998. El siglo de la imagen (1998); Los volcanes de La Palma (1999); Apuntes para la historia de la fotografía en La Palma (2000); La flor de la marañuela (2002); Fiesta del mar (2002); Cantares en las orillas (2004); Revive (2005) y Echium. Llano de las ánimas (2006).
En su marcado afán cultural, Jorge Lozano ha tenido un indiscutible protagonismo en otras señaladas actuaciones, como sucedió con Apuntes de un ocaso, una interesante experiencia destinada al rescate de la memoria fotográfica de la isla, a partir del archivo de Miguel Brito, acaecida en 1993; y El color en Santa Cruz de La Palma. 500 años, aplicado en la arquitectura popular en las bellísimas casas de balcones de la Avenida Marítima de Santa Cruz de La Palma, en torno al debate surgido de la iniciativa de Facundo Fierro, en 1994.
Un aquello de amor es la última película argumental inacabada. Pero en la mente inquieta de este veterano cineasta palmero, y en la de Loló Fernández -“esposa, guionista, crítica y alter ego”, en el decir de Luis Ortega-, a buen seguro bullen nuevos desafíos. Y aquí nos queda, muy resumido, el testimonio de su fecunda trayectoria.
(*) Publicado en Diario de Avisos, 15 de abril de 2007