El tipo B del Plan de Nuevas Construcciones de la Empresa Nacional Elcano de la Marina Mercante consistía en dos buques de carga general llamados “Torremolinos” y “Torrelaguna”, que eran una repetición del proyecto del buque “Santo Domingo”, construido en el astillero Echevarrieta y Larrinaga en Cádiz por encargo de la Compañía Ibero-Americana de Navegación y entregado en julio de 1945.
El primero de ellos, estando en grada, se vendió a la Compañía Chilena de Navegación Interoceánica, siendo entregado en febrero de 1953 y renombrado “Ancud”. Las obras habían comenzado en abril de 1945 con la puesta de quilla, pero su construcción se vio muy afectada por la explosión que asoló el 18 de agosto de 1947 al astillero y gran parte de la ciudad de Cádiz, lo que provocó un considerable retraso en su terminación y en el acopio de materiales de su gemelo “Torrelaguna”, agravado, además, por las dificultades en el suministro de materiales y restricciones en el suministro eléctrico.
De modo que, puesta la quilla el 19 de octubre de 1948 de la construcción número 40 del astillero Echevarrieta y Larrinaga, en junio de 1952 el ministro de Marina almirante Moreno autorizó las gestiones para la adquisición de este buque y su adaptación a las necesidades de carbonero naval. Mediante decreto de 7 de noviembre de 1952 se aprobó la compra en 50,5 millones de pesetas y formalizada la escritura de compra-venta, el 23 de septiembre de 1953 se procedió a la botadura del buque “Almirante Lobo”, segundo con este nombre en la historia de la Armada. Unos meses antes, el 26 de mayo del citado año había celebrado el bautizo en memoria del almirante Miguel Lobo y Malagamba (1821-1876), uno de los marinos más destacados del convulso siglo XIX.
Durante su construcción y con el buque a flote se decidió habilitar las calderas para el consumo de combustible líquido en lugar de carbón, lo que se autorizó mediante decreto de 13 de noviembre de 1953, por un importe de 2,8 millones de pesetas. Las sucesivas modificaciones introducidas por la Armada para adaptarlo a las necesidades del servicio militar, alargaron su entrega hasta el 16 de septiembre de 1954.
A poco de su alta en la Lista Oficial de Buques de la Armada, el transporte “Almirante Lobo” acusó pronto problemas en el sistema de propulsión, que habrían de acompañarle el resto de su vida operativa. Dos calderas acuotubulares La Mont suministraban el vapor recalentado de una máquina vertical Lentz, doble compound y cuatro cilindros de 1.800 caballos de potencia sobre un eje, que le daba 12 nudos de velocidad con buen tiempo.
En 1955 los informes técnicos del personal e inspección de la Armada ponían de manifiesto pérdidas de vapor y excesivos fallos de la máquina propulsora, lo que obligó a paradas y reparaciones frecuentes. De modo que en octubre de 1956 comenzaron los estudios para introducir modificaciones en la maquinaria tras decidirse continuar con las reparaciones en lugar de plantearse su sustitución por un motor diésel, como sucedió en 1969 en su gemelo “Ancud”, aquejado hasta entonces de los mismos problemas.
Pese a que en los años siguientes los problemas del buque “Almirante Lobo” se fueron corrigiendo en la medida de lo posible los defectos de la planta propulsora, la realidad es que siempre fue un barco problemático y de escasa disponibilidad. Con más pena que gloria –como señala el historiador naval Juan Luis Coello Lillo–, causó baja el 30 de abril de 1977, siendo vendido y desmantelado para desguace.
De 3.701 toneladas brutas, 6.897 toneladas de desplazamiento estándar y 8.039 toneladas de desplazamiento máximo, medía 111,38 m de eslora total –105 de eslora entre perpendiculares–, 14,36 m de manga, 7,82 m de puntal y 6,90 m de calado máximo. En el proyecto original disponía de alojamiento para 41 tripulantes y seis pasajeros y la dotación militar oscilaba entre 100 y 112 hombres y tenia una autonomía de 7.000 millas a velocidad económica de 10 nudos.
Bibliografía:
Coello Lillo, Juan Luis (1993), “Buques de la Armada española. La ayuda americana y el programa de modernización”, pp. 137-140. Albada Ediciones, Madrid.
Díaz Lorenzo, Juan Carlos (2004). “Empresa Naviera Elcano. Seis décadas de historia”, p. 274. Empresa Naviera Elcano, Madrid
Foto: archivo de Juan Carlos Díaz Lorenzo
1 comentario
Un magnífico nombre para el nuevo BAM-IS , de rescate y salvamento submarino y del patrimonio subacuatico . El marino de San Fernando defendió a muerte la importancia del submarino en la flota naval militar del futuro y merece ese reconocimiento precisamente con un medio dedicado precisamente a salvaguardar , proteger y velar por la vida de nuestros submarinistas .