Protagonistas humildes pero altamente necesarios y valorados, sobre todo en tiempos de sequía, los aljibes de la Armada abastecieron durante años del preciado líquido a las poblaciones de Canarias orientales y la vecina costa africana. En 1965 había tres de estos buques con base en el arsenal de Las Palmas, numerados A-2, A-4 y A-6, siendo este último el más moderno.
En el citado año mandaba el aljibe A-2 el teniente de navío (RNA) García Calama. Momento en el que embarca el marinero Enrique García Melón, que era piloto de la Marina Mercante y cumplía su servicio militar destinado provisionalmente en la Base Naval de Las Palmas.
De su encuentro con el comandante TN García Calama, “después de preguntarme si había navegado por aguas canarias y si deseaba embarcar en su buque pues no tenía más oficiales y necesitaba un piloto, le contesté afirmativamente. Se fue al Estado Mayor y regresó de nuevo para comunicarme que ya podía embarcar en el A-2, cosa que hice al momento, en un viernes.
El cabo primero de guardia que me recibió ordenó que me acompañasen y enseñasen el sollado en el que viviría, justo debajo del castillo, habitáculo al que entrábamos directamente desde la cubierta principal. Los destinados en máquinas lo hacían en otro inmediatamente debajo del nuestro, al que descendían por una escala. La ventilación era necesariamente a través de los portillos, cosa harto difícil navegando, o por las portas de subida a nuestro sollado (lugar del pañol de pinturas y cadenas en los buques mercantes). De acuerdo con la acomodación normal de la época dormíamos en cois, que se arranchaban durante el día, a fin de dejar despejado el rancho. Lo cierto es que los pocos días y momentos que debía dormir a bordo, navegando, lo hacía sobre el guardacalor envuelto en una manta”.
Una vez presentado a bordo me dieron franco de ría hasta primera hora del lunes, cosa que aproveché para viajar en un correíllo a Tenerife, pues llevaba más de tres meses sin ver a la familia. Estos viajes se repetían siempre que el aljibe estaba en puerto, por lo que navegué en varios de ellos, en varias clases, incluyendo las literas, entre sábanas colgadas del techo, que daban una escasa intimidad.
Los tres meses que permanecí en el A-2 ejercí de navegante, llevando el Diario de Navegación y situándome cada vez que el comandante me enviaba a buscar para ello. Todos me conocían por el “piloto”. El contramaestre, don Manuel, un hombre mayor que no había querido ascender –según decía–, pues prefería ser el jefe de la Camareta de Suboficiales que el último de la de oficiales, hacía una de las guardias y el comandante la otra. Navegábamos, pues, a dos guardias. Yo estaba rebajado de todo servicio, habiendo recibido instrucciones del comandante de que, con la escusa de no tener sueño, acompañase al contramaestre en sus guardias, charlando con él en los aburridos viajes de Las Palmas a Puerto Rosario y Arrecife.
El barco carecía de radar y la situación la calculaba con la magistral. El primer día, enviamos la situación al Estado Mayor en Madrid, contestándonos que estaba mal (correspondía a un punto en el interior de África). No me había percatado que navegábamos con cartas de los años 1851 y 1852, con longitudes medidas por el meridiano de San Fernando. (Téngase en cuenta que Gran Tarajal está en los 14º al W de Greenwich, mientras que, con respecto al meridiano de San Fernando está en 8º-50’ W). Insistimos en que la situación estaba bien, y por segunda vez nos comunicaron que no era posible. Entonces me percaté del problema de las longitudes.
Mi relación con el segundo comandante, que era el teniente de máquinas, era francamente buena, guardando las lógicas distancias. Por primera vez salí a la mar el 23 de marzo de 1965, hacia Arrecife, siendo el último viaje desde Arrecife a Las Palmas del 17 al 18 de junio”.
Gemelo del A-1 y construidos en el astillero de la Sociedad Española de Construcción Naval en Ferrol, fueron entregados en julio de 1933 a la Armada, con la misión de proveer de agua potable a buques y desde Canarias a las unidades establecidas en Ifni y Sahara. Inicialmente sus calderas funcionaban a carbón y tras la guerra civil se adaptaron para el consumo de gasoil. Así como el buque A-1 causó baja el 14 de marzo de 1977, su gemelo A-2 lo sería el 2 de agosto de 1982.
De 1.785 toneladas de desplazamiento, medían 61 m de eslora y 9,60 m de manga. Estaban propulsados por una máquina alternativa de triple expansión y con buen tiempo mantenían una velocidad de 9 nudos.
Foto: archivo de Pepe Ferrol
31 comentarios
Precioso recuerdo. Una narración muy emocionante y entretenida muchas gracias
Interesantísimo texto. Muchas gracias
O sea, que estuvieron en servicio… casi 50 años.
España es «ansí».
Mi. Nombre es luis Alemparte, yo estaba destinado en el BH Tofiño en esos años, y en varias ocasiones me enviaron a revisar las instalaciones electricas de el A 1, teniendo compañeros y amigos en ese barco. Coincidiamos en Puerto rosario, varias veces al año.teniendo que desatracar nosotros para que atracara el A1