Durante más de cincuenta años, el paisaje urbano de Los Canarios, núcleo principal de Fuencaliente de La Palma, estuvo dominado por la torre que protegía el alambique de la fábrica de licores y aguardientes de Manuel Díaz Duque. Este hombre, nacido el 26 de abril de 1905, emigró en 1923 a Cuba a bordo del trasatlántico León XII –uno de los ‘vapores del 19’, como así llamaban entonces a los barcos de la Trasatlántica- y trabajó como veguero del tabaco en Taguasco. En septiembre de 1926 regresó de nuevo a La Palma a bordo del “liner” francés Lafayette, pocos días antes de que La Habana fuera arrasada por un histórico huracán.
Hasta 1928, año en el que Manuel Díaz Duque y su primo hermano Dimas Duque decidieron asociarse, el alambique había estado ubicado en Los Quemados, en la propiedad de Demetrio Hernández. Luego, Dimas Duque se fue a vivir a Las Palmas y Manuel Díaz Duque tuvo como socio industrial a Agustín Lorenzo, vecino de Santa Cruz de La Palma, que casó en Los Canarios con la joven Nena de la Rosa Torres. Sus padres, Francisco de la Rosa y Carmen Torres Cabrera, procedentes de Los Quemados, regentaban una pensión en la que se alojaba Agustín Lorenzo, en la que conoció a la que más tarde sería su esposa.
Dicha sociedad duró poco tiempo y a partir de 1930, Manuel Díaz Duque se quedó como único propietario del alambique que, junto con los de Norberto de Paz, en el que se elaboraba el afamado Ron Valle y el de Manuel Quevedo Alemán –oriundo de La Aldea de San Nicolás, en Gran Canaria–, en el que sus descendientes mantienen la tradición del Ron Aldea, fue la única industria a dicha escala que existió en el sur de La Palma.
En los días difíciles de la Segunda Guerra Mundial y la dura posguerra civil, la situación geográfica de Fuencaliente, a mitad de camino entre Los Llanos y Santa Cruz de La Palma, era el punto de encuentro donde la gente que iba en los coches, las guaguas y los camiones se abastecían de combustible y comida, con lo que florecieron los negocios de doña Mariquita, Rafael Conde y el bar Puerta del Sol, local que durante años regentaron Mateo Hernández de Paz y Gregoria Cabrera y después ocupó la tienda de Jaime Lahadar y Celsa González. Desde hace unos años hay de nuevo un bar en dicho local. A la entrada de Los Canarios, por la parte norte, había otro bar llamado Puerta del Viento, edificación convertida en solar y también estaba la tienda de Gumersindo Curbelo.
En invierno, la lluvia formaba una gran charca en la curva que separaba a los negocios citados, justo donde estaba un surtidor de gasolina Texaco. Ello impedía o dificultaba el tránsito, por lo que Manuel Díaz Duque ideó una “solución” de emergencia de la que no sólo se benefició él, sino también el resto de la comunidad.
Después de varias instancias al Ayuntamiento logró el permiso para construir un estanque en las cercanías de la curva que recogiera el agua de la lluvia y, desde allí instaló una tubería subterránea -por el centro del camino- hasta el estanque del alambique. Desde entonces ya no hubo más problemas con la charca de la curva. Este detalle nos lo contó su hijo Inoldo Javier Díaz Sicilia, fallecido prematuramente hace unos años. La torre que resguardaba el alambique fue demolida tiempo después de que hubiera cesado la destilación de alcoholes.
Biblografía:
Díaz Lorenzo, Juan Carlos. Fuencaliente. Historia y tradición. Madrid, 1994.
Fotos: Archivo Juan Carlos Díaz Lorenzo
Agradecemos a nuestro buen amigo Francisco Sicilia Torres la aclaración que nos hace sobre la presencia en Fuencaliente de Agustín Lorenzo.