En diciembre de 1940, el jefe del Estado Mayor de la Zona Aérea de Canarias visitó la isla de Fuerteventura para conocer las posibilidades de construir un nuevo aeropuerto que sustituyera al anterior “campo de socorro” de Tetir, eligiendo para ello la planicie de Muchichafe, en Tefía, dominada por un molino de viento, situada a 22 km de la capital insular y a 156 metros sobre el nivel del mar, rodeada de cerros y con un suelo duro y pedregoso.
A principios del año siguiente, el Ejército del Aire proyectó un Plan de Defensa del Archipiélago Canario que contemplaba, entre otras acciones, la construcción de un aeródromo militar en Fuerteventura, para el que, en fecha 31 de mayo de 1941, el Consejo de Ministros destinó una partida de 186.840 pesetas.
El terreno natural de Tefía sería acondicionado y utilizado como pista de vuelo y también tendría uso civil. Pese a las dificultades de comunicación terrestre que tenía el lugar, el mando militar consideró adecuado su emplazamiento al encontrarse fuera del alcance de la artillería de los buques de guerra.
La guarnición allí destinada estaría formada por la segunda compañía del Segundo Batallón de Infantería, veinte hombres en total, que levantó un campamento pendiente de que se construyeran las nuevas instalaciones, que estarían dotadas de comedor, cocina, hogar del soldado y dormitorio de tropa.
Las labores de acondicionamiento del campo de Tefía se realizaron con pocos medios y mucho esfuerzo. El aeródromo tenía una forma trapezoidal, de 1.400 metros de longitud. Además de los soldados también trabajaron algunos civiles con picos y palas para el llenado de las cestas, a un promedio de unos diez camiones diarios.
En 1942, el campo estaba limpio de piedras y aterrizó el primer avión, un Junkers Ju-52 del Ejército del Aire, en el que llegó una compañía de soldados de aviación que se alojó provisionalmente en un barrancón de madera. A partir de 1944, los aviones militares comenzaron a utilizar el campo de Tefía, haciendo un vuelo cada quince días con los suministros pertinentes.
En septiembre de 1946, Iberia inauguró, con una autorización provisional, la línea semanal Gran Canaria-Fuerteventura-Tenerife atendida con aviones Junkers Ju-52. La pequeña oficina medía tres metros cuadrados y tenía un mostrado, una silla y una balanza para el pesado de los equipajes. Puesto que entonces no existía servicio de guaguas desde Puerto de Cabras, el representante de la compañía acudía en taxi el día previsto del vuelo, con la suficiente antelación.
El 23 de enero de 1950, el aeropuerto de Tefía se abrió oficialmente al tráfico aéreo civil “nacional completo, internacional de turismo y escalas técnicas del tráfico comercial internacional”[1], autorización firmada por el ministro del Aire, general Eduardo González-Gallarza. Pese a sus escasos medios, el único problema importante consistía en el acceso terrestre, que se hacía a través de caminos vecinales en pésimo estado.
A partir de entonces, los vuelos de Iberia tuvieron dos frecuencias semanales. En febrero siguiente, el tráfico registrado fue de ocho operaciones de aviones Ju-52 y 46 pasajeros y el año cerró con 170 operaciones y 769 pasajeros.
Con el paso del tiempo, el emplazamiento del aeródromo de Tefía puso de manifiesto algunas deficiencias importantes, determinadas por los frecuentes cambios en los vientos, que generaban turbulencias e impedían en ocasiones el aterrizaje de los aviones.
En mayo de 1950, el jefe de la Zona Aérea de Canarias, general Luis Manzaneque, en un informe dirigido al ministro del Aire, manifiesta que “las condiciones del aeródromo de Tefía son francamente malas. El campo es muy pequeño, está rodeado de colinas y su pendiente longitudinal es del 4 %, todo lo cual hace muy difícil el aterrizaje; como además este aeródromo está a 30 km de la población más importante de la isla y el camino es mediano, resulta muy conveniente su sustitución por el que se ha preparado, cuyos terrenos ha adquirido el Cabildo, y los trabajos se han hecho con muy poco gasto de Entretenimiento de Obras”[2].
El tráfico civil del aeropuerto de Tefía se cerró mediante orden ministerial de 3 de mayo de 1952. El día 8 del citado mes se ordenó el traslado de todos los servicios, consistentes en dos barracones, uno para atender a los pasajeros y otro para el personal del aeropuerto, y el día 17 aterrizó por última vez un avión Ju-52.
El Ministerio del Aire cedió las instalaciones al Ministerio de Hacienda, y éste las traspasó al Ministerio de Justicia para el establecimiento de una colonia agrícola penitenciaria, llamada también “colonia de vagos y maleantes”. El acto de entrega se celebró en agosto de 1953, momento en el que el alcalde de Puerto de Cabras se quejó airadamente ante los representantes oficiales de “llenar a Fuerteventura de todos los indeseables que no querían en otros sitios”[3].
A pesar de las reticencias del Cabildo y de la población, los primeros internos llegaron en mayo de 1954 y la colonia funcionó durante diez años, en que quedó abandonada. En octubre de 1973, los terrenos fueron adquiridos en pública subasta por el Cabildo Insular para la instalación de una granja agrícola experimental.
Unos meses antes, en abril de 1972, el antiguo aeródromo sirvió de campo para unas maniobras militares. El día 11, cuando una brigada paracaidista saltaba desde un avión sobre la planicie de Tefía, sopló un fortísimo viento que los arrastró al llegar a tierra por la pedregosa llanura y ocasionó la muerte de 13 soldados. Los heridos fueron evacuados a Las Palmas.
Una lápida con los nombres de los infortunados militares, erigida en un emotivo monumento en la planicie de Tefía, conmemora la tragedia que conmovió a toda España y, muy especialmente, al pueblo de Fuerteventura y de Canarias.
Notas:
[1] BOA núm. 14, de 2 de febrero de 1950.
[2] Escrito del general Manzaneque al ministro del Aire, general González Gallarza, el 3 de mayo de 1950.
[3] AA.VV. Historia de los aeropuertos de Fuerteventura. AENA. Madrid, 1997.
Foto: Archivo de Juan Carlos Díaz Lorenzo