El 7 de agosto se celebra el Día Mundial de los Faros. Una fecha dedicada a reconocer la importancia histórica y cultural de estos icónicos edificios guardianes del mar. En España existen 191 faros, de los cuales algunos se encuentran en proceso de enajenación, con el fin de ponerlos al servicio de la explotación turística patrimonial. De ellos, 50 están en Canarias, de los cuales 18 tienen valor patrimonial.
La historia del faro siempre ha estado ligada a la navegación, con la finalidad de señalar la ubicación de tierra firme. Desde la Antigüedad, a través de hogueras, se han empleado diversos procedimientos para cumplir con esta finalidad hasta la electrificación de los faros, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con la utilización de lámparas que consumían distintos tipos de combustibles, señales ópticas que permitían focalizar la dirección del haz de luz, y sistemas de rotación que han pasado del flotador de mercurio a los platos magnéticos.
Esta actividad ha desarrollado un tipo de arquitectura característico, con tipologías variadas, y una profesión: la de farero o torrero, operario encargado del funcionamiento, hoy técnico de señales marítimas y una vivienda asociada al faro, la mayoría de las veces aislados del mundanal ruido.
Los primeros faros son una consecuencia de los avances tecnológicos de principios del siglo XIX. Existen algunos que son verdaderos alardes por su osadía, pues resulta habitual encontrar faros en ladera a 100 metros sobre el nivel del mar con accesos escarpados.
En muchas ocasiones se situaban a petición de colectivos locales para señalizar un puerto, un punto de intercambio de mercancías o accidentes orográficos que ayudaban a la navegación, favoreciendo la exportación de productos o materias primas de la zona.
En otras ocasiones, eran otros países europeos quienes reclamaban la instalación de faros para proteger las recaladas y paso de sus flotas mercantes en las costas españolas.
Foto: Facundo Cabrera para puentedemando.com