Cada 10 de octubre, celebración del Día de la Literatura Finlandesa, Finlandia honra la memoria de uno de sus compatriotas más destacados, Aleksis Kivi. Su legado forma parte de la memoria colectiva y para un pueblo como el finlandés, que valora y mucho lo suyo, este personaje, autor teatral, novelista y poeta, está considerado el creador del lenguaje literario moderno del país.
Finlandia tiene una larga tradición de literatura de fuentes orales, basada en poesía popular que recitaban los bardos con diferentes melodías, en ocasiones acompañados del kantele. Así como en las regionales del norte eran dos cantores los que recitaban las poesías, en las del sur era solo uno, frecuentemente una mujer acompañada de un coro. La transmisión de los textos era únicamente oral pero no se recitaban de forma idéntica, sino que había lugar para la inspiración y la improvisación.
Dos bardos legendarios, llamados Arhippa Perttunen y Larin Paraske, tenían un repertorio formado por miles de versos. A partir del siglo XIX se suscitó el interés por recopilar esta tradición de literatura popular y esa ingente labor correspondió a la Sociedad de Literatura Finlandesa, dirigida por Elías Lönnrot y otros entusiastas, que recopilaron miles de piezas sobre las cuales se asentó con firmeza la literatura finlandesa.
Nacido el 10 de octubre de 1834 en Nurmijärvi, Aleksis Stenvall, que así era el nombre de Aleksis Kivi, aprendió sueco, entonces la lengua de élite de la región y estudió literatura en la Universidad de Helsinki, si bien escribió todas sus obras en finés, sin duda influido por uno de sus preclaros maestros, Elías Lönnrot, el recopilador del “Kalevala”, la leyenda nacional finlandesa.
Su primera obra teatral, “Kullervo” (1860) es un poema dramático basado en una de las leyendas del «Kalevala». Entre sus obras hemos de destacar la comedia “Los zapateros de la Landa” (1864); la tragedia “Lea” (1869), basada en la Biblia y varios volúmenes de poesía lírica, entre ellos “Los siete hermanos” (1870), que le llevó diez años escribirla y en la que describe la vida aventurera de los hermanos Jukola en los bosques finlandeses, que acaban emigrando a un pueblo de vida convencional.
La crítica de la época fue despiadada con la obra final de Kivi, por su realista descripción de la vida rural, a la que consideró demasiado vulgar. En su fuero interno el autor generó un sentimiento de rechazo, de modo que acabó sumido en una depresión y el desequilibrio mental que terminó con su vida. Falleció el 31 de diciembre de 1872 en Tuusala, a la temprana edad de 38 años.
Con el tiempo, y con una Finlandia libre, imbuida por el romanticismo y celosa de sus mejores autores y tradiciones, los textos de Aleksis Kivi se convirtieron en lectura obligada en los colegios del país. Entonces llegó también el reconocimiento a su figura, considerado no de los fundadores del teatro y la novela nacional.
Razón por la cual el Día de la Literatura Finlandesa se celebra coincidiendo con la fecha de nacimiento de Aleksis Kivi. Es un reclamo para que unos y otros, nacionales y extranjeros, renueven su compromiso leyendo alguna obra escrita en finés o traducida. Hay muchos y muy interesantes títulos de diversos autores que nos descubrirán un mundo interior, diferente y sugestivo.
Como una reflexión serena, tal vez, ante la actitud pensativa de la estatua de Aleksis Kivi en Helsinki, obra de Wainö Aaltonen (1934), su enclave es un reconocimiento honorable. Está situada en la cara norte de la plaza Rautatientori, frente a la fachada principal del Teatro Nacional Finlandés, que abrió sus puertas en 1902. Un edificio singular, al que nos hemos referido en nuestro anterior artículo y que es exponente del movimiento romántico nacional finlandés surgido en los últimos años del siglo XIX.
Foto: Juan Carlos Díaz Lorenzo