Los marinos, al igual que cualquier colectivo, como puede ser la arquitectura o el derecho (y no digamos nada de la medicina), son pródigos en palabras y expresiones técnicas, las cuales suenan extrañas de lo específicas que son a quienes no son de este colectivo. Es decir, cada profesión, tiene su “jerga” particular para referirse a las cosas del entorno en el que viven, y dicho esto, los marinos no podíamos ser menos, principalmente porque la mar en sí es un mundo especial y como tal, pues ha de tener su propio lenguaje.
Así todo el mundo sabe lo que es la proa o la popa de un buque, pero si citamos roda o codaste, aún siendo la misma cosa, u otras tan usuales como babor o estribor… en muchas personas ya empiezan a hacer las dudas acto de presencia a la hora de relacionar la palabra con el objeto… También diremos que en los barcos o su entorno se usan nombres que pueden recordar a otros usados en la vida civil y cotidiana, pero que nada tienen que ver con ella. ¡¡¡Los marinos las llamamos así y no hay nada que discutir !!!.
Si decimos “palmejar”, “imbornal” o “estopor” para referirnos a determinadas partes o componentes de un buque, o “paralaje”, “alidada” o incluso “corrección Givry” cuando trabajamos la posición de un navío en la mar, sería algo aburrido, pero así se llaman y punto.
Sin más valoración que la de hacer un mero y escueto recopilatorio, sorprende, por ejemplo, el uso muy común en los barcos de diminutivos como “saltillo”, “atillo”, “cacillo”, “cabilla” o “portillo”, o de aumentativos como “timón” (que no es un timo muy grande), “botalón” o “portalón”.
Y con otro sufijo también tenemos otros aumentativos como “camarote”, “pinzote”, “manguerote” e incluso “calabrote” que suena hasta feo y todo y otras que pueden dar lugar a erróneas similitudes con objetos de la vida cotidiana, pues por ejemplo un “motón” es un elemento que nada tiene que ver con una moto grande, en concreto es simplemente una “garrucha” (nombre que le damos a las poleas) por la que pasa un cabo.
A la “sala de estar” le llamamos “cámara” y las “bodegas” no son precisamente para envejecer el vino y para liar un poco el tema, diremos que antiguamente en las “galeotas”, las citadas bodegas se cubrían con “cuarteles” para así cerrar la “brazola”.
La “despensa” de la cocina es la “gambuza”, a un “cuarto” o almacén para guardar cosas le llamamos “pañol”, y además las “cosas” que en él se guardan no son precisamente cosas, son “pertrechos”, el “limpiaparabrisas” es el “vistaclara” y las “escaleras” no se llaman así, se llaman “escalas”, algunas de las cuales además las calificamos de “gato” o “real”, como si los “no felinos” y los “plebeyos” no las pudiésemos usar.
E incluso usamos el término “flechastes” para definir cada uno de los peldaños que, ligados a los obenques, (esto último definido por la RAE como “cada uno de los cabos que sujeta la cabeza de un palo o de un mastelero a la mesa de guarnición o a la cofa correspondiente”) y a lo largo de toda la extensión de las jarcias mayores y de las gavias, sirven de escalones para subir a ejecutar la maniobra en lo alto de los palos.
El “puente” no es para cruzar un río y la “cubierta” no es lo que nos cubre, en realidad es el “suelo” y casi por la misma razón, los diferentes niveles de un buque, no se llaman “pisos”, se llaman “cubiertas”.
A lo que sería una “brújula” nosotros le llamamos “compás”, y a lo que todo el mundo conoce como un “compás”… bueno pues a ese elemento, y para no liarla mucho, nosotros también le llamamos “compás”.
Lo que para cualquier persona son “mapas” para nosotros son “cartas”, y el “horario” de un lugar no es la hora de ese sitio, es un “ángulo”, y la altura de un astro no es la distancia que le separa del suelo, también es un ángulo. Y como licencia casi especial de la lengua española para con los marinos, usamos una preciosa, “azimut”, que es de las pocas palabras del diccionario donde se admiten la “z” y la “i” juntas.
Y ya, si hablamos de buques de vela la cosa aún se complica más, pues a la terminología naval de uso cotidiano, habría que sumarle sobre todo las de las diversas velas y mástiles, a quienes nosotros nos gusta llamarlos más sencilla y humildemente “palos”, pero como esa expresión sería demasiado fácil de entender para los no versados, para liarlo cogemos y les damos nombres, y así tenemos “bauprés”, “trinquete”, “mayor” o “mesana”. Además como en ocasiones hay dos “palos mayores”, cuando eso sucede y en un verdadero “alarde de imaginación”, lo solucionamos llamándole “mayor proel” al de más a proa y “mayor popel” al de más a popa, sencillamente.
Pero luego tenemos los “pericos”, los “juanetes” o las “cangrejas” nombres que no se refieren ni al diminutivo de los simpáticos pájaros llamados “periquitos”, ni a una dolencia del píe o a la hembra del cangrejo, nada de eso, resulta que son velas, que por cierto se llaman de múltiples maneras, pues hay docenas de nombres para ellas, no sorprendiendo que con tantas denominaciones la imaginación se resienta y a la vela situada por encima del “juanete” pues se le llame “sobrejuanete” o a la situada por encima del “perico” la llamemos “sobreperico”, así que a cada una finalmente se les llama por su nombre, el cual lo tienen como es fácil suponer hasta las más pequeñas, resultando por ejemplo que a estas las llamamos “velachos”, y siguiendo con nuestro alarde de imaginación (ésta que nunca falte), las calificamos de “velachos altos” si se aparejan por arriba o “velachos bajos” si lo hacen más bien por debajo. Incluso existen otras con un nombre tan llamativo como es el de las “escandalosas”.
Bueno, por hoy, debemos dejarlo aquí para no saturar las mentes de quienes no están acostumbrados a esta jerga, que en los buques de vela se acentúa aún más, como esta otra, el “tambucho”, nombre que se le da a esta especie de casamata por la que se accede a las cubiertas inferiores a la principal, de modo que otro día continuaremos esta particular singladura por el diccionario náutico de las gentes de la mar.

Fotos: archivo de Diego Quevedo Carmona
4 comentarios
Excelente artículo. Gracias
Muy bonito artículo en fondo y forma donde el autor deja en evidencia experiencia y vocación marinera…
Felicidades, es un lenguaje especial para los marinos del mundo , en especial a los futuros navegantes de las escuelas navales, mi reconocimiento a los hombres de la mar.
Soy un marino viejo o viejo marino y me ha agradado mucho este articulo que enseña a los jóvenes y hace recordar a los viejos retirados palabras que casi habíamos olvidado. Felicitaciones a su autor. Esperamos con ansia la segunda parte. Gracias