La Palma había conocido a lo largo del siglo XV varios intentos de ocupación sin éxito. Los genoveses la habían explorado a partir de 1341, cuando la expedición de Niccoloso da Recco llegó a las costas de la isla. Los cazadores portugueses de esclavos, vinculados con La Gomera desde 1424 y apoyados por las relaciones de éstos con algunos jefes gomeros, participaron con frecuencia en las escaramuzas en las costas de La Palma en busca de carga humana y ganado. Así lo relata el historiador portugués Azurara[1], que se refiere a la agilidad de los movimientos de los palmeros entre los peñascos y a su destreza y puntería en el lanzamiento de piedras, lo que tuvo en algunas ocasiones resultados trágicos, de los cuales el más notable fue la muerte de Guillén Peraza, hijo de Hernán Peraza el Viejo.
Alonso Fernández de Lugo, que había participado en la conquista de Gran Canaria, obtuvo de Pedro de Vera un repartimiento de tierras en Agaete, en las que cultivó caña de azúcar. En 1491 se trasladó a Granada para reafirmar la propiedad ante el gobernador Maldonado y al año siguiente obtuvo los derechos de conquista sobre las islas de La Palma y Tenerife, así como capitulaciones y otras promesas en metálico y en especie condicionadas al éxito de la operación en el plazo de un año.
La expedición, en la que participó gente reclutada en Sevilla, así como grupos de canarios y gomeros, estaba formada por una fuerza de unos 900 hombres y financiada por el mercader florentino Juanotto Berardi y el genovés Francisco de Riberol. El 29 de septiembre de 1492 desembarcó en la playa de Tazacorte y el 3 de mayo de 1493, después de una campaña militar de seis meses, que finalizó con la captura del mítico Tanausú, el adelantado Alonso Fernández de Lugo fundó la villa del Apurón en el antiguo cantón de Tedote, que en 1514 se convirtió en la villa de Santa Cruz y en 1542 ya se titulaba Muy Noble y Leal Ciudad.
El asentamiento en la costa oriental no fue casual. El enclave está abrigado de los vientos del Norte, predominantes en el Archipiélago y el barranco de El Río suministraba agua abundante. Los veleros del siglo XV recalaban en las islas empujados por las corrientes y los alisios desde el continente europeo y seguían una ruta lo más próxima a la costa africana, tras lo cual llegaban a La Palma desde el Noroeste, quedando al socaire del Risco de la Concepción, que ofrecía una protección eficaz.
La vida ciudadana de la incipiente capital insular tiene su origen en el promontorio de La Encarnación. En la cueva de Carías se celebró el primer cabildo en el que se dictaron y discutieron las primeras leyes y ordenanzas para el régimen de gobierno de la Isla y muy cerca se construyó una modesta ermita que años después sería el primer templo de la ciudad bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación.[2]
El 15 de noviembre de 1496, Fernández de Lugo obtuvo permiso real para repartir tierras y poblar el nuevo asentamiento. Los indígenas, poco numerosos y combativos, fueron reducidos a la esclavitud y su cultura rudimentaria desapareció unos años después. La Isla tenía, según la pluma del médico Méndez Nieto, que la visitó en 1561, el aspecto de un establecimiento insular sin población autóctona.
En 1508, por disposición de la reina Juana, se fundó el convento de San Francisco en un sitio que se dio a los frailes “que se hallaban albergados en unas cuevas y chozas” y en 1530 lo fue el convento de Santo Domingo, con cátedra de Filosofía y Teología, lo mismo que el anterior. En 1514 se fundó el hospital de Nuestra Señora de los Dolores, en virtud de una bula del Papa León X, “establecimiento que creció con las limosnas, mandas y legados de los vecinos”.[3]
El Cabildo obtuvo autorización del emperador Carlos I por una real carta y provisión de 14 de febrero de 1537, expedida en Valladolid, para que en la villa principal de La Palma repartiera doscientos solares y en las aldeas y lugares hasta cincuenta, a personas pobres que no tuvieran casas.[4]
La calidad de las tierras y la abundancia de agua hizo que los centros de producción de La Palma se establecieran en las comarcas de San Andrés y Sauces, en el Norte y Argual y Tazacorte, en el sur, favorecieron el desarrollo agrícola, en especial la caña de azúcar y en menor medida la vid, que abastecía la demanda azucarera de Francia, Inglaterra y los Países Bajos y Santa Cruz de La Palma ostentara desde el principio el carácter de centro insular.
La construcción del puerto fue una de las primeras obras públicas que se acometieron en la Isla y su diseño está vinculado a la figura histórica de Leonardo Torriani, que llegó a la Isla en agosto de 1584 y a quien la capital palmera le recordaba la riviera genovesa. Además del proyecto del muelle, para el que el rey Felipe II otorgó merced por un tiempo limitado de 500 licencias de esclavos, el ingeniero italiano diseñó una torre defensiva en La Caldereta, que no llegó a construirse.
El puerto, que era entonces un simple desembarcadero que la mar destrozaba con frecuencia, suponía una infraestructura necesaria para la exportación de los productos agrícolas, además de un punto de concentración del tráfico marítimo y, al mismo tiempo, una avanzadilla militar destinada al dominio y la defensa de la Isla. A finales del siglo XVI (1587) habitaban La Palma 5.850 personas, momento en que se produjo la decadencia de la caña de azúcar.
“Fue creciendo la tierra y con la noticia de su fertilidad -escribe Gaspar Frutuoso- acudieron flamencos y españoles, catalanes, aragoneses, levantinos, portugueses, franceses e ingleses con sus negocios, de lo que vino tanto aumento, que vino a ser la mayor escala de Indias y de todas las islas…”.[5]
La Palma, dice Viera y Clavijo, estaba “poblada de familias españolas nobles, heredadas y todavía activas, condecorada de una ciudad marítima que se iba hermoseando con iglesias, conventos, ermitas, hospitales, casas concejales y otros edificios públicos, defendida contra los piratas europeos, aunque entonces sólo por algunas fortificaciones muy débiles, y dada enteramente al cultivo de las cañas de azúcar, viñas y pomares, al desmonte, a la pesca y a la navegación”.[6]
Notas:
[1] Gomes Eanes da Zurara. Crónica del Descubrimiento y Conquista de Guinea (1448).Estudio crítico de Manuel Hernández González y traducción de José A. Delgado Luis. La Orotava, 1998.
[2] Pérez García, Jaime. Casas y familias de una ciudad histórica: la calle Real de Santa Cruz de La Palma. Cabildo Insular de La Palma. Colegio de Arquitectos de Canarias. Madrid, 1995.
[3] Lorenzo, Juan B. Noticias para la Historia de La Palma. Cabildo Insular de La Palma. La Laguna, 1975.
[4] Pérez García, ibídem.
[5] Frutuoso, Gaspar. Saudades da Terra. Colección Fontes Rerum Canariarum. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna, 1964.
[6] Viera y Clavijo. Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife 1971.
Foto: Mapa de La Palma, de Leonardo Torriani (siglo XVI)