El salvamento del catamarán “Bentago Express”, embarrancado la noche del pasado 7 de enero en la bajo de Las Merinas, a la entrada del puerto de Agaete, “se inició sin un plan preconcebido y diseñado por una empresa especializada en operaciones de salvamento y las acciones que se pusieron en marcha fueron decididas desde la propia dirección de la naviera propietaria del buque, Fred. Olsen”, afirma el marino mercante que firma como Ricardo Enebros, en un artículo publicado en el digital naucher.com.
“En casos de varada o embarrancada es imprescindible disponer de una asistencia submarina con equipos de buceadores profesionales dotados de sistemas de video y fotografía digital submarina, de manera que puedan emitir informes que sirvan para la correcta evaluación de daños y consiguiente toma de decisiones adecuadas a la situación. Como se pudo ver, los submarinistas que en los primeros días se sumergieron para examinar los daños carecían de los medios y equipos necesarios para una buena inspección. Seguramente fue esto lo que llevó al director de flota de la naviera, en los primeros momentos del accidente, a afirmar que el buque se encontraba en perfectas condiciones. La improvisación en los primeros días fue constante y las decisiones fueron cambiando después de cada acción fallida”, afirma Enebros.
El articulista agrega que “sin el buque reflotado y con el patín de babor apoyado en las piedras, tirar del buque pudo ocasionar mayores averías en el forro, en la estructura del patín y en la propia estructura, con riesgo de ocasionar una mayor inundación y una pérdida de estabilidad” y destaca que según fuentes bien informadas, consultadas por NaucherGglobal, “los remolcadores seguían instrucciones del capitán del buque”.
En opinión de Ricardo Enebros “los cálculos de flotabilidad y estabilidad después de la avería no se realizaron correctamente, ya que cuando los remolcadores lograron librar el patín de babor de la roca de Las Merinas, éste se hundió, escorando peligrosamente; y sólo detuvo su hundimiento una losa escalonada inferior a las rocas de Las Merinas. Sin esa losa, estaríamos hablando de otro final en la operación de salvamento. La fuerte escora eliminó, además, cualquier posibilidad de descargar pesos y ayudar así a reflotar el catamarán”.
“Con una inundación progresiva del patín de babor –prosigue– y el buque tocando el fondo, el intento de remolcarlo para zafar de la varada, sin ayudar al patín inundado con flotadores, pudo aumentar los daños. Sólo más de tres días después del accidente, empezaron a utilizar flotadores que ayudaron a mantener la flotabilidad y a realizar trabajos de estanqueidad del casco”.
Cuatro días después de que se produjera la embarranca del catamarán “Bentago Express” en el puerto de Agaete, “embarcaciones especializadas en trabajos marítimos empezaron a asistir a los trabajos de reflotamiento; hasta ese momento las ayudas al buque vinieron de embarcaciones de pescadores y lanchas neumáticas”.
Enebros enfatiza en que “en sus inicios, el salvamento se realizó sin un plan meditado, con escasa asistencia de empresas profesionales y con acciones de remolque poco apropiadas. La falta de previsión retrasó un salvamento que, dada la posición del buque, encallado sobre una roca y prácticamente adrizado, no habría sido costoso solventar si la hubiera ejecutado una empresa especializada”.
Y concluye afirmando que el catamarán “Bentago Express” se podría haber reflotado “y llevado a puerto varios días antes, ahorrando al buque daños innecesarios. Por suerte, las condiciones meteorológicas mejoraron considerablemente, evitando males mayores”.
Foto: cedida