La llamada del mar ha sido siempre una constante vital en el pueblo canario. La mar, los barcos y los puertos forman parte de nuestra coexistencia y ha sido el camino del progreso de generaciones. Como si de un imán se tratara, el conocimiento de la náutica hecha virtud ha cautivado los sueños de muchos jóvenes, de modo que es larga la lista de nombres que ha dado esta tierra a la Marina Mercante y la Armada española, de profesionales competentes, eficaces, honestos y reconocidos, que han sentido la esencia de la libertad navegando por todo el mundo.
Algo así debió sentir en sus años mozos Carmelo Juan Ojeda Hernández, que nació el 16 de julio de 1925 en San Lorenzo (Las Palmas de Gran Canaria), en el seno de una familia acomodada vinculada a diversos sectores profesionales, como el comercio y la milicia. Quinto de ocho hermanos, él se convirtió en el primero de su saga que eligió un camino diferente y lo encontró en el mundo apasionante de la mar y los barcos, fuera de la frontera que impone la condición insular.
Después de cursar los estudios de bachillerato en el Colegio Claret de Las Palmas, en 1942 se trasladó a Santa Cruz de Tenerife, sede de la bicentenaria Escuela Oficial de Náutica, para iniciar sus estudios en la sección de Puente y salió alumno en junio de 1945. Apenas un mes después, el 26 de julio, embarcó por primera vez en su condición de agregado en el vapor “Lanzarote”, uno de los “playeros” de Compañía Trasmediterránea, que atendía con sus gemelos “Fuerteventura” y “Gomera” las líneas secundarias del archipiélago canario y también enlazaba con la vecina costa africana, combinando los servicios con los correíllos grandes, siempre presentes en la memoria colectiva: “Viera y Clavijo”, “León y Castillo” y “La Palma”.
En febrero de 1947 transbordó al vapor “Río Francolí”, por lo que comenzó a hacer viajes de altura en la línea que enlazaba varios puertos de la península, Canarias y Guinea Española, formando parte del contrato suscrito con el Estado en lo que entonces se denominaban líneas de soberanía nacional. En junio del citado año embarcó en el vapor “León y Castillo” y dos meses después pasó al vapor “Gobernador Chacón”, en el que estuvo apenas un mes navegando entre Santa Isabel y Bata, pues en septiembre embarcó en el puerto de Fernando Poo en el vapor “Sagunto”, uno de los barcos más viejos –había sido construido en 1875– que tenía la flota de Compañía Trasmediterránea y en el que permaneció por espacio de casi tres meses.
Su siguiente embarque, en diciembre del citado año, fue en el buque “J.J. Sister”, entonces uno de los barcos más rápidos de la Marina Mercante española, lo mismo que sus gemelos “A. Lázaro” y “V. Puchol”, apodados “los bicicletas”. El embarque fue muy breve, de apenas dos semanas, pero el siguiente que le esperaba, y en el que habría de finalizar su periodo de prácticas, era un barco de mayor porte: “Isla de Tenerife” –gemelo del buque “Isla de Gran Canaria”, incautado por la URSS durante la guerra civil española–, en el que habría de permanecer hasta mayo de 1949, en que desembarcó en el puerto de Las Palmas.
El 16 de mayo de 1950 obtuvo el título de piloto de vapor de la Marina Mercante y el acto de entrega se celebró en la Escuela Oficial de Náutica de Santa Cruz de Tenerife, en el que también lo recibieron otros seis compañeros, de 23 que se presentaron a los exámenes: Leo Sánchez Luis, Guillermo García Velasco, Rafael Bravo Luque, José Padrón Mauricio, Álvaro Rodríguez Cabrera y Antonio Fernández Muñoz. El acto estuvo presidido por el comandante militar de Marina de la plaza, capitán de navío Manuel Arnáiz; el director de la Escuela, Leopoldo Renshaw y el secretario de la misma, Rodríguez Carreño.
En 1951 ingresó en la flota de Industrias Pesqueras Africanas (IPASA), de tercer oficial en el buque factoría “Ártico”, que tenía a su cargo la recepción, procesado y transporte de las capturas pesqueras en el banco canario-sahariano. IPASA, constituida en 1947, era una creación del periodo autárquico participada por la Empresa Nacional Elcano de la Marina Mercante y el Instituto Nacional de Industria (INI), en los tiempos de Juan Antonio Suanzes.
La aportación de Elcano se hizo en forma de barcos y, además del citado “Ártico”, lo fueron también dos antiguas corbetas de la clase “Flower” transformadas en buques mercantes en el astillero de la Empresa Nacional Bazán en Cartagena, que recibieron los nombres de “Villa Bens” y “La Güera”, así como varias barcazas de desembarco tipo LCT adaptadas para su cometido pesquero, rebautizadas “Sarga” y “Argut”, pues las dos primeras barcazas que Elcano compró para IPASA, “Foca” y “Morsa”, habían sido vendidas en 1948 a la Armada española y en su nueva etapa navegaron con los numerales BDK-1 y BDK-2, más tarde LCT-1 y LCT-2.
El 16 de mayo de 1952 contrajo matrimonio en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria con Marina María Cabrera Acosta, de 24 años de edad, de cuya unión nacieron tres hijos: Carmelo, María y Fernando Ojeda Cabrera. La relación afectiva alcanzó niveles admirables. En una de las tarjetas enviadas a su esposa, dice en el reverso: “A mi querida Marujita. El amor es eterno”.
Después transbordó al buque “Villa Bens”, en el que sería su barco durante varios años. Antes de que IPASA se disolviera dado el fracaso del proyecto, la flota pasó en 1954 a enarbolar la contraseña de la Empresa Nacional Elcano –que era, en realidad, su propietaria– y con ella también el personal de flota, abriendo una nueva etapa en la que los tres buques cubrieron una línea de carga con cabeceras en Barcelona y Bilbao, Canarias y Guinea Española.
Luego vino una etapa de segundo y primer oficial en los buques “Castillo Aulencia”, “Okume” –éste último uno de los dos madereros del tipo S del Plan de Nuevas Construcciones de la Empresa Nacional Elcano– y “Arrabio”, uno de los primeros “bulkcarriers” de la Marina Mercante española, junto a los buques de su misma clase “Lingote” y “Ensidesa”. Se da la circunstancia de que el equipo propulsor del buque “Okume” –una máquina alternativa de triple expansión– había sido en origen de una de las corbetas de la clase “Flower” reconvertidas en buques mercantes en el astillero de Cartagena, caso del “Villa Bens”.
En esta etapa, en 1956 se abrió un paréntesis de varios meses con residencia en Madrid, para prepararse y presentarse a los exámenes de capitán de la Marina Mercante, cuyo título obtuvo en la XV promoción. El acto se celebró el 31 de enero de 1957 en la sede de la Subsecretaría de la Marina Mercante y lo recibió de manos del almirante Jáuregui junto a otros 71 compañeros.
A partir de 1961 y hasta 1965 alternó en los empleos de primer oficial y capitán del buque “Villa Bens”, dedicado también a transportes militares mediante contrato firmado en abril de 1960. Hizo viajes constantes entre Canarias y los puertos del Sahara español para el avituallamiento de las tropas desplegadas en la región, hasta que en 1965 se decidió la baja del buque y su posterior desguace, que se realizó en el puerto de Las Palmas.
Finalizada su etapa en la Empresa Nacional Elcano de la Marina Mercante, y después de una temporada de siete años en su tierra natal, en enero de 1972 embarcó de capitán en el buque “Tinito Castro”, uno de los barcos del grupo naviero de Florentín Castro Fariña (Castro London Ltd.), en el que habría de desempeñar mando continuado por espacio de una década.
En febrero de 1975 pasó a mandar el buque “Río Besaya” y en mayo de 1976 el buque “María Castro”. En enero de 1977 embarcó en el buque “Mediterranean Sprinter” y en julio de 1978 en el buque “Isora”, antiguo “Lago San Mauricio”, gemelo del “Carmen M. de Pinillos”, después “Arona”, también de la flota de Florentín Castro. En noviembre del citado año asumió el mando del buque “Antoinette Castro”, en el que permaneció por espacio de dos campañas y en noviembre de 1979 embarcó en el buque “Río Miera”, en el que también realizó dos campañas y en marzo de 1982 puso punto final cuando desembarcó en el puerto de Lomé.
Comenzó entonces otra etapa entre el sosiego y la tranquilidad de su hogar en su casa de Tamaraceite. Sus hijos mayores hacía tiempo que habían emprendido sus propios caminos y junto a su esposa y su familia disfrutó de la herencia del buen y bien hacer, de las cosas pequeñas y sencillas y de las emociones grandes y poderosas, aquellas que siempre permanecen en el corazón. Y así, junto a su querida Marujita –“el amor es eterno”–, el 9 de febrero de 1999 rindió su última singladura, cuando contaba 73 años de edad.
Han pasado los años –en julio de 2005 cerró la placidez de sus ojos su esposa Marina María– y nos produce especial satisfacción escuchar a amigos y compañeros de profesión cómo recuerdan al capitán Carmelo Juan Ojeda Hernández. Hace un tiempo, estando en Las Palmas, el capitán Emilio González Durán se refería a él como “hombre serio, formal y competente” y le mencionaba especialmente en su etapa al mando del buque “Villa Bens” y desde Londres, Felipe Delgado Díaz, empresario vinculado a la importación frutera de Canarias, le recuerda como “buen capitán y persona seria de la vieja escuela”. A nosotros nos cabe la satisfacción de evocar su memoria en estas líneas, a modo de humilde homenaje.
Fotos: Álbum familiar del capitán Carmelo Juan Ojeda Hernández y archivos de Juan Carlos Díaz Lorenzo y Teodoro Diedrich.