Canaryfly es una compañía aérea que no consigue rebasar la mediocridad. De un tiempo a esta parte, al menos en la línea de Tenerife-La Palma-Tenerife, acumula retrasos imputables en su mayor parte al eufemístico “llegada tarde del avión programado”, que dicen bien poco de lo que debe ser una de las cualidades primeras de una aerolínea regional que se precie, en la que el factor tiempo juega un papel esencial. Porque una cosa son los retrasos por causas meteorológicas y otra por fallos de programación. Si con el número de aviones y horarios que tiene no es capaz ahora de mantener una secuencia fluida, no quisiéramos pensar qué futuro nos espera si sigue creciendo, como parece que así puede suceder.
Mediocridad en el servicio que, sin embargo, no se traslada a las tarifas, que son igual de caras que las de su prima hermana Binter: ida y vuelta a La Palma, 70,66 euros en estos días del puente del Día de Canarias. Este tema de las tarifas merece un debate más sosegado. Binter renueva su flota y ya le ha traspasado a Canaryfly cuatro aviones entrados en años –tres de ellos datan de 1997–, aunque estén bien mantenidos. Sin embargo, apreciamos que el esfuerzo inversor entre ambas no es comparable en absoluto y el abanico tarifario prácticamente es el mismo. Lo que no nos parece justo, porque una cosa es quien invierte en aviones nuevos y otra quien los tiene de segunda mano.
Foto: Juan Carlos Díaz Lorenzo