La figura más importante del racionalismo en Canarias es el arquitecto grancanario Miguel Martín Fernández de la Torre (1894-1980). Al terminar su carrera en 1920, cuyos estudios repartió entre Barcelona y Madrid, trabajó en sus inicios profesionales con su profesor Secundino Zuazo Ugalde en el estudio que su mentor poseía en la capital española, donde conoció de cerca a una parte importante de los protagonistas de la «generación del 25», término acuñado en 1961 por el arquitecto Carlos Flores López para designar a los jóvenes vanguardistas titulados entre 1918 y 1925 en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
En 1922, su antiguo compañero de estudios y alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, José Mesa y López, le invitó a trabajar en algunos proyectos fundamentales para el desarrollo de la ciudad, entre los que se incluía el plano general y algunas propuestas para la futura avenida marítima. Otro trabajo de interés de esta época es Ciudad Jardín, que forma parte del plan de ordenación urbana de la ciudad, en el que se introduce y desarrolla la arquitectura racionalista.
En una extensa franja de terreno que abarca desde el parque Doramas hasta el barrio de Alcaravaneras, ocupado hasta entonces por huertas y algunos hoteles y chalets de corte europeo ideados por el arquitecto Eduardo Laforet, Miguel Martín Fernández de la Torre proyectó una urbanización residencial de viviendas unifamiliares rodeadas de jardines. La urbanización general está constituida por calles estrechas, con esquinas en chaflán cóncavo en algunas de las intersecciones, solución viaria no aplicada hasta entonces en la ciudad, lo que dio como resultado pequeñas plazoletas en las esquinas de las calles Pío XII o Maestro Valle.
En 1929 realizó un viaje por Alemania, cuyos efectos sobre su arquitectura fueron decisivos en la evolución que experimentó en los meses siguientes. Además del proyecto de la casa Machín, en 1927, anterior, por tanto, al citado viaje, el proyecto de la fabrica de tabacos “La Belleza” (Ángel Carrillo Fragoso), en Santa Cruz de Tenerife, “prueba el efecto producido por el viaje de una manera evidente, y el sistema de trabajo desarrollado en estas fechas por el arquitecto, una aproximación simultánea desde las tres propuestas de una nueva arquitectura existentes en el momento”[1].

Otros arquitectos que hicieron en su obra racionalista en Canarias fueron José Blasco Robles (1904-1986), que comenzó a partir de 1928 una larga etapa constructiva en las islas. José Enrique Marrero Regalado (1897-1956), “arquitecto enigmático” que absorbió las esencias de los “ortodoxos” en sus años de estudiante en Madrid, es otra figura de especial relevancia. En la aventura racionalista es preciso citar, asimismo, a Rafael Massanet Faus (1890-1966), autor, entre otros proyectos muy conocidos del popular kiosko modernista del parque de San Telmo y Domingo Pisaca y Burgada (1893-1962), con una producción desigual aunque impregnada de las teorías de los funcionalismos del momento.
Mención especial merecen las referencias a los arquitectos extranjeros que vinieron a acentuar el racionalismo en las islas, caso de Fromdbürguer, Schneider y von Oppel. Este último, Richard von Oppel (1888-1960), posee un significado especial al haberse asociado y emparentado con Miguel Martín y del tablero que ambos compartían salieron muchos de los más renombrados edificios racionalistas de Canarias.
Entre los ejemplos más representativos se citan los siguientes:
Cabildo Insular de Gran Canaria
Este edificio destaca por la gran repercusión sociopolítica, ya que se inició en el momento de la división provincial. El proyecto original fue elaborado en 1930 por el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, adoptando una solución ecléctica, similar al monumental Casino Principal de Santa Cruz de Tenerife. Sin embargo, como afirma el profesor Galante Gómez, los políticos le aconsejaron renovarlo por un lenguaje más moderno, de modo que los planos definitivos fueron oportunamente revisados trazados y en las obras del interior del edificio intervino, además, el arquitecto Eduardo Laforet.

Edificio de Estadística de Santa Cruz de Tenerife
El Edificio de Estadística (casa Pérez Alcalde), en Santa Cruz de Tenerife, muestra una de las singularidades racionalistas más apreciadas: la individualidad de los cuerpos que definen la composición, donde cada uno de ellos tiene su propia categoría estética y funcional, además de integrarse adecuadamente en todo el conjunto. Es el primer edificio en la provincia tinerfeña que sigue el estilo barco, estética que emula las líneas de diseño de los grandes trasatlánticos. Encargada por Rafael Pérez-Alcalde a José Blasco, su autor firma el proyecto en febrero de 1932 y las obras finalizaron en abril de 1933. Blasco utiliza aquí elementos morfológicos análogos a las construcciones navales como son las amplias terrazas voladas, resguardadas por barandillas de tubo, aunque en toda la composición formal está presente la obra de Le Corbusier [2].

Casino Principal de Tenerife
Otra obra importante de Martín Fernández de la Torre en Tenerife es el Casino Principal, cuyas obras finalizaron en 1935 en el solar que la sociedad recreativa había comprado entre 1912 y 1914 en el solar ocupado en la actualidad. Es un edificio monumental de cinco plantas, que ocupa toda una manzana, en el que destaca las fachadas principales hacia la Plaza de la Candelaria y la Plaza de España. Predomina la horizontalidad de las balconadas, el rigor clásico de la columnata y la monumentalidad, elementos esclarecedores de la política artística adoptada en estos años por su arquitecto, en reacción al decorativismo modernista, siguiendo el estilo que luego se volcó en el regionalismo canario.
Elemento predominante del inmueble es la torre prismática de grandes ventanales que rompe con el ritmo uniforme de las fachadas. Se mantiene el estilo elevado en los interiores, en la escalinata principal en mármol negro, en las cristaleras y barandas y en la riqueza del decorado de los salones. En las paredes del hall y en los salones destacan los lienzos del pintor vanguardista canario Néstor Martín Fernández de la Torre (1887-1938), hermano del citado arquitecto y del contemporáneo José Aguiar [3].


Hogar Escuela María Auxiliadora
Edificación proyectada por el arquitecto Domingo Pisaca y Burgada en 1939 como centro escolar, dilatándose algunos años su construcción, quedando ésta concluida en 1946. Situado en la calle de La Rosa, ubicado en un solar enfrente de un grupo escolar fabricado a finales del siglo XIX, luego denominado «Onésimo Redondo», Pisaca construye un nuevo centro escolar y de acogida de características diametralmente opuestas al situado en su frente, aunque se cuida de guardar una gran sintonía dando como resultado una interesante coherencia a ese tramo de la calle.
El edificio para el Hogar-Escuela «María Auxiliadora» se enmarca dentro de la tipología racionalista y presenta una verdadera singularidad en la evolución y el trabajo de su autor. La obra es una de las aportaciones más destacadas de este arquitecto a la estética racionalista y el edificio es uno de los más destacados del arquitecto citado y una de sus aportaciones más relevantes a la arquitectura de su época [4].

Colegio Alemán
El proyecto está fechado el 8 de noviembre de 1934 por José Blasco, aunque contó con la colaboración del arquitecto alemán Rudolf Schneider. Presenta los elementos propios de un edificio representativo de la arquitectura moderna en boga en los años 30 en toda Europa y, por tanto, claramente racionalista. Desde 1933 se había formado una Comisión de Fomento para la construcción del centro, que fue construido en tres fases sucesivas, en los años 1934, 1941 y 1944.
La primera fase fue el resultado de una colaboración entre Blasco y Schneider, aunque el verdadero sentido del proyecto como conjunto es de Blasco. Consistió en un pabellón rectangular destinado a las aulas y sus pasillos correspondientes y un cuerpo de escaleras a modo de torre y sin excesivo desarrollo, que equilibraba la composición, interrumpiendo la monotonía horizontal de este primer tramo.
En la segunda fase Blasco repitió la misma solución, de tal manera que da la impresión de haber sido resuelto el edificio en una única fase. Por último, la intervención de Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo, aunque más modesta, consistió en una prolongación de un pequeño tramo destinado a aulas, enlazando la edificación del colegio con la construcción con la que se establecía el límite de ambas propiedades [5].

Balneario de Santa Cruz de Tenerife
Se trata de una edificación de recreo para el disfrute del litoral santacrucero, situado en las proximidades de la batería del Bufadero. El edificio del Balneario fue un intento pionero para instalar un alojamiento turístico en la línea costera del municipio con el objetivo de crear una oferta de ocio, en un tiempo en el cual el litoral estaba siendo ocupado por las instalaciones portuarias, desapareciendo los último vestigios de las playas de Santa Cruz. En 1929 se le encarga al arquitecto Domingo Pisaca y Burgada la realización de un hotel balneario en la capital tinerfeña y de su tablero salió un proyecto que continúa la línea de sus primeros trabajos en la tendencia ecléctica.
En 1932, Pisaca reelabora todo el proyecto presentando un cambio formal evidente, yendo a una solución típicamente racionalista, mucho más acorde con los tiempos que corrían por entonces. Lo enriquece con propuestas expresionistas, posibilitando una interpretación rica en sugerencias y en el diseño de los elementos decorativos de la fachada, de modo que esta obra supuso para su autor un avance notable en la actualización de su lenguaje.
A pesar de que el proyecto es de principios de los años treinta del siglo XX, las dificultades económicas y la llegada de la guerra civil detuvieron su construcción durante cerca de diez años [6]. Tras ser utilizado con bastante éxito durante décadas, el edificio se encuentra en la actualidad en un lamentable estado de conservación, quedando ya lejos de la línea de costa que ocupaba tras los rellenos que han dado origen a las terminales de contenedores.


Otros proyectos de interés
Otros proyectos interesantes del arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre fueron ejecutados entre 1930 y 1939, caso del Hospital Psquiátrico (proyectado en 1929) y la Casa del Niño (1937) en el Paseo y Vega de San José, respectivamente, ambos en Las Palmas de Gran Canaria, este último encargado por el Auxilio Social. Hemos de citar, asimismo, el edificio Staib (Shell), fechado en 1930; la casa Vega, situada en Monte Lentiscal, Santa Brígida, firmada en 1932; del mismo año es la casa del doctor Ponce Arias, en la capital grancanaria; la casa Ayala (1933), en la rambla de Santa Cruz; casa Fuentes (1937) y casa Van Hoey (1939), ambas en «Ciudad Jardín» de la capital grancanaria.
En los proyectos de la posguerra, como veremos en un próximo artículo, el autor se sumó a una corriente que trataba de revalorizar el estilo neocanario, cuyas ideas eran anteriores al conflicto y que, en el caso del autor que nos ocupa, tiene su reflejo en el Parador de Tejeda, la Casa de Turismo del Parque Santa Catalina, el Pueblo Canario, que incluye el Museo Néstor y el hotel Santa Catalina, todos ellos bajo los auspicios del Mando Económico de Canarias.
El edificio Palazón, construido para Rosa Palazón en 1930 y proyectado por el citado arquitecto, se hizo famoso por la sucesión de informes desfavorables que emitió la oficina técnica municipal, que no terminaban de aceptar los nuevos criterios estéticos de la arquitectura. En esta obra se presentan los planteamientos morfológicos del racionalismo en los que se renuncia a elementos decorativos en la fachada, en la que se abren únicamente ventanas horizontales con persianas abatibles.
A su autoría corresponde, asimismo, la clínica Camacho, proyectada en 1935 y edificada un año después en Santa Cruz de La Palma. Aunque el proyecto original ha sido bastante alterado en los últimos años, el cuerpo inicial de dos plantas se desarrolla mediante la yuxtaposición y desplazamiento de cuatro volúmenes primarios, ordenados según un esquema en forma de U, lo que permite disponer de un espacio considerable para un patio interior.
Obra tardía del período que analizamos es la Clínica Cajal, en Las Palmas de Gran Canaria, trazada en los años cincuenta por el arquitecto Richard von Oppel, considerado el máximo representante de la denominada “línea fría” de la arquitectura racionalista en Canarias. Las obras finalizaron en 1953 y se trata de un edificio de seis plantas del que sobresale por su fachada principal, en la que los dos primeros niveles forman un cuerpo inclinado de sesgo expresionista. En la planta baja un soportal entre cuatro grandes pilares genera un espacio liminal entre lo público y lo privado y en los últimos cuatro niveles se escalonan sutilmente hacia atrás.
Una de las novedades tipológicas de mayor repercusión fue la arquitectura de los locales cinematográficos. A partir de los años veinte del siglo XX aparecen salas con características específicas para la proyección de películas, aunque en realidad sus estructuras estaban vinculadas a los logros espaciales obtenidos por los teatros décimononicos.

Quizás el mejor proyecto racionalista fue dibujado por Miguel Martín Fernández de la Torre en 1931 para el Cine Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria, donde aparecen perfectamente conjugados los nuevos sistemas de construcción con aquellos materiales de importación ya mencionados. Sin embargo, el edificio ha sido excesivamente remodelado, alterándose su original fisonomía. El Teatro Cine Baudet, en Santa Cruz de Tenerife, constituye un excelente ejemplo donde se plasman las principales características de la arquitectura racionalista en Canarias y corresponde a un proyecto del arquitecto José Enrique Marrero Regalado, que data de 1935.
La fachada ideada por medio de volúmenes puros presenta como novedad la utilización del hormigón armado, que posibilita una mayor claridad compositiva, aunque este material también se empleó en la estructura general del edificio. No obstante, las características expresionistas más notables se encuentran en la sala de proyección, sobre todo en la cubierta resuelta por un entramado de hierro que sostiene a un falso techo de escayola cuyo rosetón central posee un sistema de iluminación graduable de efectos muy sugestivos; fenómeno que también se modela en la embocadura del escenario. Debido a decisiones políticas cuestionables y el establecimiento en el edificio de una sala de bingo, provocó la irreparable pérdida de un importantísimo ejemplo de nuestro patrimonio arquitectónico [7].
La escrupulosa racionalidad de las construcciones navales invitó a los arquitectos a fomentar una metáfora arquitectónica cuya lectura era inherente al lenguaje expresionista. La denominada “arquitectura del barco o náutica” tiene su réplica en el edificio del Club Náutico de Santa Cruz de Tenerife, diseñado por Miguel Martín Fernández de la Torre entre 1932 y 1934. Las aberturas en escotilla, los huecos circulares abocinados, los cuerpos cúbicos que se asemejan a la proa de un barco y constituyen los elementos definitorios y al tiempo referenciales.
La obra se puso en marcha en 1937 y, aunque fue entregada en 1946, todavía quedaban aspectos relevantes del proyecto que habían sufrido alteración y que no se habían finalizado. Durante las décadas de los años sesenta, setenta y ochenta, arquitectos como Luis Cabrera, Rubens Henríquez o el Estudio La Solana realizaron obras de mejoras, ampliación y reformas.
Las soluciones expresionistas que se introducen le dan al conjunto una mayor densidad. El edificio combina la sencillez y la claridad, tanto en su aspecto interior y fachadas, al igual que en su estructura. Se describe como una edificación donde predominan la pureza de los volúmenes, los perfiles de la línea recta, la preponderancia de las formas poliédricas, así como la condensación de sus espacios interiores aglutinados en grandes sectores y la contraposición exterior de líneas horizontales y verticales. Las aberturas en forma de escotillas, los huecos circulares, los cuerpos cúbicos que se ensamblan unos con otros, constituyen elementos definitorios y al tiempo referenciales. Elementos de interés son el mobiliario y los complementos ornamentales ubicados en las zonas nobles (hall, salón de baile, bar, puente de mando, etc.).


Un interesante ejemplo integrado en el marco urbano de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria es el Edificio DISA, proyectado en 1947 por el arquitecto Fermín Suárez Valido (1910-1969) y situado en la calle Tomás Morales y la confluencia en la calle Senador Castillo Olivares. En este edificio, que recuerda a un piano de cola, sobresalen las formas onduladas de gran parte de la composición sólo resaltadas por sencillos aleros y ofrece la singularidad de que facilita el flujo del tráfico en las vías en que se inserta, mejora el espacio urbano y contribuye al emblema de la arquitectura moderna de la ciudad, pues se encuentra próximo al edificio del Cabildo Insular, ya mencionado.
La arquitectura racionalista se manifestó con gran intensidad en las casas de carácter privado, bien en el chalet de tipo unifamiliar o en los grandes bloques de viviendas. Estas casas situadas en los núcleos urbanos de mayor relevancia fueron ocupadas generalmente por la burguesía comercial que controlaba el poder económico.
En líneas generales, las innovaciones aportadas por el racionalismo a la arquitectura doméstica, además de las anteriormente descritas, son la supresión de la jerarquización interna de los espacios y de la fachada-pantalla y la sustitución del balcón por terraza. Entre los múltiples ejemplos existentes, destacan un grupo de viviendas situadas en la zona residencia de Las Mimosas, en las cercanías del Quisisana, que se adaptan a la forma de la colina y que fueron realizadas por el arquitecto Marrero Regalado en la década de los años treinta.

Otras obra proyectada por el destacado arquitecto nacido en Granadilla de Abona es el Cabildo Insular de Tenerife, proyectado en 1933 y ejecutado entre 1935 y 1942, en el que Marrero concibió el racionalismo de forma heterodoxa, pues agregó elementos de la arquitectura vernácula. El proyecto es el resultado de un concurso fallado en 1934, para el que su autor llegó a realizar cuatro proyectos en colaboración con el arquitecto Schneider, dos de ellos de tipo monumental y dos racionalistas, resultando elegida la cuarta solución, de gran empaque. Las propuestas ofrecían respuestas no solo al tema de la fachada, sino también al desarrollo de las plantas y usos y a la ordenación de la plaza contigua y los accesos a la ciudad.
El proyecto fue firmado en julio de 1934, iniciándose las obras seis meses después, aunque los trabajos, debido a las circunstancias políticas, se prolongaron hasta 1942. la amplitud del edificio, que entonces se consideró excesiva, hizo pensar en compatibilizar sus funciones y, ante el peligro de que el mando militar se hiciera cargo, se llevó a cabo una apresurada mudanza, siendo muy oportuna la actuación de su entonces presidente, Antonio Lecuona, que encargó la decoración del salón de plenos al pintor José Aguiar [8].
Notas:
[1] Navarro Segura, María Isabel. “Eduardo Westerdhal y la construcción de Canarias como entidad espacial”. En Gaceta de arte y su época. 1932-1936. Centro Atlántico de Arte Moderno. Santa Cruz de Tenerife, 1997.
[2] Darias Príncipe, Alberto. Santa Cruz de Tenerife. Ciudad, arquitectura y memoria histórica (1500-1981). Santa Cruz de Tenerife, 2004.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Navarro Segura, María Isabel. Racionalismo en Canarias. ACT. Cabildo Insular de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1988.
[6] Darias Príncipe, A. Ibídem.
[7] Galante Gómez, Francisco. Historia crítico-descriptiva de la arquitectura en Canarias. La Laguna, 1987.
[8] Darias Príncipe, A. Ibídem.
Fotografías: La Provincia, Cabildo Insular de Gran Canaria, José Mesa, Juan Carlos Díaz Lorenzo, archivo Antonio González, Familia Baudet y archivo Miguel Martín Fernández de la Torre (mdc.ulpgc.es)
(*) Licenciado en Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela