Treinta años de amistad bien entendida y compartida son pocos años cuando llega el momento de desgranar el rosario de los recuerdos. De golpe comienza el conteo acelerado de las cuentas y nos abruman los muchos acontecimientos vividos en un espacio de tiempo tan intenso como vital, en el que la mar y los barcos fueron una parte del vínculo principal. Y, sobre todo cuando, como en el caso del entrañable amigo Antonio Marrero Cruz, se nos fue tal día como hoy hace tres años todavía en edad temprana.
Siempre le conocimos inmerso en el universo informático. Fue el pionero de esta disciplina, incipiente entonces, en la delegación de Compañía Trasmediterránea en Canarias. Se sintió atraído por las posibilidades y expectativas de la ciencia que nos ha cambiado la vida y nos hablaba de ello con la pasión que impone el dominio de la materia. Antonio fue un técnico informático en toda regla, académico, virtuoso y aventurero al mismo tiempo, una especie de genio capaz de resolver cualquier enigma frotando una lámpara de Aladino en un abrir y cerrar de ojos.
Nació en 1959 en Arafo, en el seno de una familia honesta, seria, disciplinada y trabajadora. Antonio siempre vivió próximo el latido de su pueblo natal, en cuyos dominios tuvimos varias ocasiones de esparcimiento junto a sus padres, su hermano José Ángel y sus amigos Nino y Febe. Hace unos años, en justa correspondencia, hicimos un viaje a La Palma y desde nuestro Fuencaliente natal sentimos al calor del volcán Teneguía el abrazo de la amistad que nunca conoció fricciones y siempre nos dio grandes satisfacciones.
Un día Antonio se sintió enfermo y entabló lucha con la conciencia clara, proyectos en curso y muchas ganas de vivir. Así nos lo decía Blanqui Ventura Martín, que ha sido su compañera de viaje en horas felices y en horas amargas. Javier Salazar, otro buen amigo de ambos, nos mantuvo siempre al tanto del curso de los acontecimientos. Ahora Antonio sigue disfrutando de su universo infinito junto a otros estimados amigos y compañeros que tejieron singladuras en este mundo terrenal, enarbolando el gallardete de la centenaria Compañía Trasmediterránea. A nosotros nos queda la satisfacción de haberle conocido y tenido entre los amigos leales, virtud poco frecuente en estos tiempos de acendrado interés y materialismo. Siempre le tendremos un afecto especial.
Descanse en paz el siempre admirado amigo Antonio Marrero Cruz.
Foto: Blanca Ventura Martín