El protagonista de la asamblea general de la Asociación de Navieros Españoles (ANAVE), celebrada esta semana en el hotel Wellington de Madrid, ha sido Antonio Armas Fernández, quien recibió el premio comercial Carus Excellence Award 2018. Ha negociado y gestionado con su habitual sigilo la que ha sido la operación financiera y empresarial más espectacular de su dilatada vida como armador, al hacerse con la propiedad de Trasmediterránea; una compañía naviera centenaria con una marca comercial muy consolidada que tiene una veintena de barcos y casi un millar de trabajadores, con todo lo que ello comporta y pendientes de cuál será a partir de ahora su protagonismo en el mercado nacional.
Antonio Armas Fernández es un hombre hecho a sí mismo, poco amigo de la notoriedad pública, de la que más bien huye; un armador que ha conocido éxitos y amarguras y a comienzos del siglo XXI se envalentonó en un ambicioso plan de nuevas construcciones salidas del astillero Barreras que han consolidado su trayectoria. A pesar del trago amargo de la crisis, a la que ha conseguido sobreponerse, hace tiempo que le acompaña una buena estrella y en su habilidad y sagacidad, ha alcanzado un crecimiento que llama poderosamente la atención.
Antonio Armas Fernández conoce el negocio naviero desde niño. Su familia lleva algo más de 75 años en el sector. Su padre, Antonio Armas Curbelo, fue un destacado armador del cabotaje en Canarias y en 1969 su hijo se incorporó a la gestión de la empresa que tiene su sede en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria. Tiene en su haber la incorporación de los primeros rolones que navegaron en el tráfico de carga rodada en el archipiélago, dos barquitos pequeños comprados de segunda mano en Dinamarca llamados “Volcán de Yaiza” y “Volcán de Tahíche” (1º) e importados al amparo del REF de 1971, de los que su padre, cuándo vio la bodega del primero, se preguntó si algún día serían capaces de llenarlo.
En el almuerzo de ANAVE coincidieron las primeras espadas del sector naviero español y entre ellos dos grandes contendientes, que a partir de ahora van a tener un marcado protagonismo en virtud de sus decisiones y de la evolución del mercado. Por un lado, Antonio Armas Fernández, que ha entrado en Baleares por la puerta grande de la mano de la “nueva” Trasmediterránea y ya se están notando algunos cambios y, por otro, Adolfo Utor, presidente de Balearia. Utor es muy astuto y arriesgado y está moviendo ficha, caso del acuerdo con Marítima Peregar, una naviera humilde pero consolidada que opera desde Málaga, y que se ha traducido en la creación de la sociedad Marítima Alborán, en la que ambos participan a partes iguales. Y es seguro que habrá más novedades.
Los demás protagonistas tienen bastante con sus desafíos, algunos de gran calado. Es el caso de José Silviera Cañizares, presidente de Empresa Naviera Elcano, que está conociendo un crecimiento muy notable en el selecto mercado del transporte de gas natural licuado, al que acaba de sumar dos nuevos buques LNG y ya tiene cuatro, además de una importante flota de carga seca; Alejandro Aznar, presidente de Ibaizábal, que tiene encargados cuatro petroleros de crudo en el astillero de Puerto Real y suministrarán a CEPSA; Vicente Boluda, que avanza en su plan de nuevos remolcadores, buques de “bunkering” y otros, lo mismo que Juan Riva al frente del Grupo Suardíaz y su afán por innovar en el novedoso mercado del “bunkering” de gas natural, además de su importante flota de carga rodada; el grupo Alvargonzález, especializado en carga seca (caso de «bulkcarriers» y cementeros) y derivados del petróleo y un silencioso Fred. Olsen, más contenido en su proyección, que tiene dos trimaranes en construcción en Australia y en septiembre recibirá uno de los mayores catamaranes del mundo, adquirido en Dinamarca.



Fotos: Anave