Desde que nació el municipio de Fuencaliente en 1837 existió una conciencia colectiva bastante amplia de la importancia que suponía la conservación de los magníficos pinaress. De ahí que las disposiciones locales sobre cortes de madera fueron, durante años, motivo de severas advertencias a los vecinos que pudiesen incurrir en faltas y en algunas ocasiones motivo de sanciones y hasta enfrentamientos entre los vecinos y los respectivos ayuntamientos de Mazo y El Paso.
En los libros de actas se consignan algunas citas llamativas, como las siguientes:
“acordose mandar aunque los terrenos sean de particulares, tomándose las medidas legales, y no permitiéndose la más leve infracción o abuso de las ordenanzas del ramo”.[1]
No menos severas eran las advertencias para el pastoreo del ganado:
“El Sor. Presidente llamó la atención de la Ilustre Municipalidad acerca de los daños que se causan con los ganados por ciertas personas que no pueden por no tener que darles de comer y tiene por necesidad que hacer daño en propiedades ajenas; y en consecuencia se acordó se les reduzca dicho ganado al puramente indispensable y que tengan donde eriarlo, no encontrándose en propiedad ajenas para no ser castigados como corresponde, si cualquiera se quejare de hoy en adelante…”.[2]
Un hecho lamentable vino a complicar aún más la situación en la pobre economía local, cuando a finales de 1844 una plaga de langosta llega a La Palma y asola las cosechas. El Ayuntamiento de Fuencaliente, reunido con carácter urgente, y pese a la impotencia ante este tipo de circunstancias, demanda “prontas y eficaces gestiones”.[3]
Las dificultades derivadas de las malas cosechas, la siempre alarmante carencia de agua y, en consecuencia, las penurias derivadas de las prolongadas sequías que padecía el territorio, llevó a la corporación local a invocar medidas de orden divino:
“… acordose oficiar al Venerable párroco para que se haga robativa (rogativa), quitando en procesión ordinaria á Nuestra Señora de los Dolores para ver si la Divina Providencia nos socorre con lluvia para que no se pierdan los sembrados”.[4]
“… que solo habrá como ciento cincuenta reses lanares, ciento siete cabrío y como cuarenta de cerdo; no pasando de dos el vecino que más tiene, y éstos los cogen de comer a la mano no perjudicando a persona alguna”.[5]
Notas:
[1] Sesión del 23 de diciembre de 1860. Libro de Actas. AMFdLP.
[2] Sesión del 2 de julio de 1860. Libro de Actas. AMFdLP.
[3] Sesión del 5 de noviembre de 1864. Libro de Actas. AMFdLP.
[4] Sesión del 1 de marzo de 1854. Libro de Actas. AMFdLP.
[5] Sesión del 18 de abril de 1858. Libro de Actas. AMFdLP.
Bibliografía:
Díaz Lorenzo, Juan Carlos (1994). Fuencaliente. Historia y tradición, pp. 157-158. Ayuntamiento de Fuencaliente, Cabildo Insular de La Palma y Ediciones La Palma, Madrid.