Sucedió el 23 de agosto de 1976. El buque de carga general “Ramiro Pérez”, de Naviera Asón, había salido del puerto de Las Palmas de Gran Canaria y después de doblar la Isleta puso rumbo a Santa Cruz de Tenerife. Todo transcurría con normalidad. El viento apenas soplaba, más bien existía una ligera brisa que no levantaba mar alguna siendo su estado de llana a rizada como mucho. El buque navegaba con máquina moderada con la intención de llegar a prácticos de madrugada e iniciar las faenas de descarga de mineral a granel a las ocho de la mañana.
A unas 14 millas del puerto de destino, sobre las 23.30 hora de Canarias, la tripulación libre de guardia se encontraba durmiendo y algunos estábamos viendo la televisión. En el puente el segundo oficial que, aunque su horario normal sería comenzar a medianoche, una hora antes le había dicho al tercero que bajase para que pudiese acompañar a su esposa y que él ya se hacía cargo de la guardia. De repente, y cuando en la pantalla de la TV aparece el “The End” de una película, el buque recibe tal topetazo que coge una escora a estribor tan acusada que hizo que todos rodásemos por el suelo, al mismo tiempo que se oía un gran estruendo. El buque vuelve a su posición recibiendo otra nueva embestida, aunque de menor fuerza.
A toda carrera, y con nerviosismo puesto que desconocíamos lo que había sucedido, subimos inmediatamente al puente para ponernos los chalecos salvavidas. Siendo completamente de noche, con los focos de abordo, asomándose a la regala de babor se fue inspeccionando el costado comprobando que a la altura de la bodega número uno y por encima de la línea de flotación, existía una gran brecha a la cual seguía hacia popa una larga y ancha rajadura. En las inmediaciones de nuestro barco se divisaban las luces y una silueta de otro buque.

Mientras tanto, se emitió una señal de socorro en telegrafía y por VHF, aunque inmediatamente se contactó en canal 14 con Prácticos de Tenerife, los cuales alistaron inmediatamente dos remolcadores de puerto que salieron a toda máquina en nuestra demanda. El capitán, Miguel Angel Díaz Madariaga, ordenó lastrar los tanques de estribor y deslastrar babor, con lo que el barco cogió una escora de unos 30º y con muy poca máquina avante fuimos navegando hasta llegar a puerto escoltados por los dos remolcadores.
Una vez atracados, se reconocieron los daños que se pueden observar en las fotos adjuntas. El boquete fue producto del abordaje que nos hizo el petrolero “Hespérides” con su proa y la rajadura la causó la uña de su ancla que quedó enganchada y fue abriendo el costado hacia popa según se iba separando.
El buque-tanque “Hespérides” iba cargado con 1.600 toneladas de gasolina procedente de Santa Cruz de Tenerife y con destino a Las Palmas de Gran Canaria. Fue un verdadero milagro que no ocurriera una desgracia. Después del abordaje se intentó contactar con el otro barcol, tanto por nuestra parte como de prácticos por VHF canal 16 y 14, sin recibir contestación alguna. Continuó su viaje como si no hubiese pasado nada. El posterior juicio declaró totalmente culpable al capitán del petrolero “Hespérides”, siendo condenado a un mes y un día de arresto mayor, que no cumplió según el real decreto 388/77, de 14 de marzo, sobre indulto general.
(*) Oficial radioelectrónico de primera clase. Ex funcionario de Salvamento Marítimo
Fotos: archivo de Ángel Fernández Acción