El 19 de septiembre no es el tiempo sincrónico del acontecimiento más dramático. Es una fecha que se hace eterna, es angustia y resignación. Sin embargo, la capacidad de resiliencia y el estímulo natural a la supervivencia, después de tres años, motiva a superar adversidades. Y es que cada cual, con los medios disponibles a su alcance, procura cada día pasar una página nueva, vivir. Y olvidar.
Josep Pla, el mejor escritor de lengua catalana del Siglo XX describe en «El Quaderm Gris», su obra maestra, a conocidos, amigos, familiares y encuentros casuales sin ningún motivo aparente dando una cotidianidad peculiar a la obra narrativa. Además, disfruta genuinamente de los paisajes y el clima de su hogar y de sus crónicas de largas caminatas repletas de valoraciones de las personas que conoce y de lo que ve en Empordà, Barcelona y otros lugares cercanos en los años 1918 y 1919. Describe los paisajes, las gentes del país, los acontecimientos y las ideas que movían las tertulias y los hogares de la época. Una época que nunca terminaba porque iba añadiendo contenidos a su peculiar autobiografía hasta su publicación en 1966.
Desde que reventó el volcán Tajogaite hasta los ochenta y cinco días de devastación, los vecinos se desperdigaban por la Isla con semblantes de miradas perdidas, brotes de ansiedad. Todavía mi casa está escapando. Ya la mía se la llevó ayer. Ya lo perdí todo, tendré que empezar de cero y ya no tengo edad. Me quedé sin plátanos y sin casa. A dónde iré cuando me echen del hotel.
Una ruta de dos horas y media hasta llegar a El Charco para que el bueno de Jonay acompañara las caravanas con guatacas, voluntarios, carretillas y palas para aliviar el peso del granzón sobre los tejados. Una limpieza sin sentido, una desesperada acción por salvar lo que al otro día ya, quizás, no estaba. El granzón caía sobre las cabezas, los rugidos incesantes amenazaban. Pero no mirábamos hacia arriba. Las bombas volcánicas rodaban por Los Pelados incandescentes hacia la nada.
Alphonse de Lamartine, considerado el primer romántico francés, polifacético, político e historiador, escribió sobre la emoción, la naturaleza, el espíritu humano, el amor, la soledad, la nostalgia… Un romántico cuestionado que, sin embargo, fue influyente en la obra de Josep Pla, intimista y trascendente. En su obra de referencia, Pla cita unos versos de Lamartine en los que escribe que si «Un sólo ser nos falta, todo está despoblado».
El volcán es, sobre todo, ausencia de vida. Muchos no han querido asomarse a ver dónde estaba lo que estaba y ya no está. Soledad en negro.
Nunca preguntábamos «dónde vives» sino «dónde estás viviendo» cuando nos encontrábamos en la soledad de las calles con lo puesto. Todo era provisional, también el propio futuro.
La lava no sólo destruyó moradas y medio de vida sino todo el «Cuaderno Gris» de Pla que, en este caso, no duró 50 años de relato sino 85 días de narración crítica. No hay referencias.
Los conocidos, amigos, familiares, los encuentros casuales, los paisajes y los climas de las lumbres de los hogares, las veredas, los lugares para las abrigadas, las conejeras y ladridos de los perros, las huertas y las petunias, el canto de los pájaros. Todo se retorció hacia el color del ébano, las emociones cambiaron de bando. Los muertos no tendrán nunca flores. Ya el tiempo alejó la historia, no hay fotos de la niñez ni de los abuelos, sólo tenemos los brotes de una nueva realidad transformada, estoicamente asumida.
Hoy no fue un buen día. Apetecía caminar hacia los túneles frescos y barrancos verdes de Las Mimbreras como hicimos en aquellos atronadores 85 días. Sólo han pasado tres años pero hay una realidad nueva: cuando nos encontramos en las mismas calles de miradas ausentes, ya no lloramos ni perdemos la vista hacia el infinito. Hay esperanza. Condición humana.
Foto: Pedro Camacho Hernández