La Palma, una Isla del Atlántico

En las bodas de oro sacerdotales de Antonio Hernández

El sacerdote Antonio Hernández Hernández (Fuencaliente, 1942), rector del Real Santuario de Nuestra Señora de las Nieves, celebra hoy sus bodas de oro sacerdotales. Cincuenta años de magisterio fecundo, avalado por una extraordinaria trayectoria que refleja su bondad, su compromiso social, su buen y bien hacer y su condición de hombre bueno y noble, que ha encontrado en el sacerdocio católico su espacio vital. Cincuenta años de trabajo y dedicación son realmente pocos para quien como nuestro protagonista es un ejemplo digno de entrega y afecto.   

Estudió en el Seminario de La Laguna y el 12 de junio de 1968 fue ordenado sacerdote en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, en Los Llanos de Aridane, por el entonces obispo de la Diócesis Nivariense, Luis Franco Gascón. Seis días después ofició su primera misa en la iglesia de San Antonio abad, en Fuencaliente, en la que había recibido las aguas bautismales y de cuyo municipio ostenta el honroso título de Hijo Predilecto.

Antonio Hernández nació en Los Canarios, en el seno de una familia numerosa compuesta por doce hermanos, gente humilde y religiosa. Su padre, Vicente Hernández Hernández, fue durante décadas el sacristán de la iglesia de Fuencaliente. En 1950 quedó entronizada junto al pino de Santo Domingo la cruz del Santolario, apodo cariñoso con el que se les conoce y que ha sido repuesta tras el incendio que asoló al municipio en 2009.

En su dilatada trayectoria sacerdotal, Antonio Hernández ha sido párroco de Tijarafe, Villa de Mazo, Argual, Tazacorte y La Orotava, donde permaneció 14 años. Ha ampliado estudios eclesiásticos superiores en Roma y Bilbao y ha realizado una encomiable labor, ampliamente reconocida, en la rehabilitación de jóvenes drogodependientes a través del programa educativo terapéutico «Proyecto Hombre». Una misión dura, difícil, en ocasiones angustiosa, siempre llena de dificultades y, al mismo tiempo, muy gratificante para quien, como Antonio Hernández Hernández, abandera la dignidad anchurosamente humana. 

Desde noviembre de 2013 es el rector del Real Santuario de Nuestra señora de Las Nieves, cargo en el que relevó al sacerdote Pedro Manuel Francisco de las Casas, tras una larga permanencia de 42 años. Cuando Antonio Hernández asumió su actual destino, nos dijo que “es un honor como palmero y un privilegio como sacerdote. En toda mi vida, sólo una vez he faltado a la fiesta de Nuestra Señora. Seguiré la misma senda de quien me precede, cuya labor es encomiable y deja el listón muy alto. Sé que no lo tengo fácil. Pretendo mantener su trayectoria en las cuestiones artísticas y seguir su tarea pastoral”.

Nos manifestó, entonces, su deseo de “preparar a los laicos que lo deseen para que asuman compromisos y responsabilidades y expandamos las virtudes de la comunidad cristiana. Mi empeño principal es con la Liturgia, el culto, la devoción… y para ello tengo plena disponibilidad. Hago un llamado a los peregrinos, a la juventud, a los matrimonios, a las familias, a Cáritas, a todos sin excepción… la Casa de Nuestra Señora tiene sus puertas abiertas, es el centro de la espiritualidad de La Palma y la Casa Rectoral es el centro insular de la pastoral”.

Es perfectamente consciente de la dimensión social que tiene el primer templo mariano de La Palma, tanto por el hecho de que Nuestra Señora de las Nieves sea alcaldesa honoraria y perpetua de los 14 municipios de la isla -una parte ya lo han hecho efectivo y otros están en trámite- y cuya importancia trasciende de las fronteras insulares. Por ello se ha propuesto “mantener la vinculación y conectar con los paisanos, creyentes y devotos que viven en Venezuela, en las otras islas, en otros países, de modo que no pierdan el vínculo que les une. Se trata de reconocer y celebrar la devoción en torno a la Virgen de las Nieves”.

En mayo de 2017 recibió el honroso título de Hijo Predilecto de La Palma, en el transcurso de un acto solemne celebrado en el salón de sesiones del Cabildo Insular. Un nombramiento justo y muy merecido, avalado por un amplísimo sentimiento de unanimidad, pues quien lo recibe se encuentra en la cúspide de su carrera y de su fecundo magisterio pastoral. Un nombramiento de honor a quien honor merece, pues estamos ante un palmero en esencia, un hombre destacado, culto, un digno representante de la Iglesia católica, emprendedor, trabajador y socialmente comprometido.

Foto: cedida

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